Mejor solo que mal acompañado dice el dicho, pero la soledad es una
actitud muy mal vista, los seres humanos son ante todo seres sociales y
primitivamente no se puede comprender el deseo de otro miembro del clán
de estar lejos del grupo.
Como bien se dice, hay dos tipos de soledad, el estar aislado de otras
personas y el sentirse solo. Pero hay un mundo de diferencias entre
ambas, la soledad no elegida es un estado negativo, duro, caracterizado
por una desagradable sensación de aislamiento, uno siente que algo
falta. La soledad elegida es el estado de estar solo sin sentirse solo.
Es un estado positivo y constructivo. Es un momento que se puede
utilizar para la reflexión, el crecimiento o el goce de algún tipo. Así
por ejemplo la lectura requiere soledad profunda, el pensamiento y la
creatividad por lo general también. Es un medio de disfrutar de la
tranquilidad, es algo que cultivamos, una oportunidad para renovarnos.
Cultivar una sana soledad, es más que estar solo, es estar con uno
mismo, algo para lo cuál no nos damos tiempo. Algo que se llama
habitualmente introspección.
Todos necesitamos momentos de soledad, aunque según nuestro temperamento
esa cantidad de tiempo “para nosotros” difiere. En nuestra sociedad,
donde los extrovertidos constituyen las tres cuartas partes de la
población, ser solitario está catalogado de forma negativa.
Contrariamente a la creencia popular, no todos los solitarios tienen un
miedo patológico a las relaciones sociales. "Algunas personas
simplemente tienen una baja necesidad de afiliación," dice Jonathan
Cheek, psicólogo en el Wellesley College. "Hay una división muy grande
entre el solitario por preferencias y el solitario forzado." Una
tendencia a la soledad podría reflejar una mezcla de tendencias innatas y
experiencias, tales como no tener muchos amigos en la infancia o crecer
en una familia que valora la privacidad.
Amanda Guyer, psicólogo de los Institutos Nacionales de Salud en
Bethesda, Maryland, ha encontrado que las personas con más tendencia a
estar solas resultan ser más sensibles a todo tipo de interacciones
emocionales y estímulos sensoriales, lo que significa que suelen
encontrar placer donde otros no lo hacen. Los resultados Guyer sugieren
que los introvertidos pueden ser más sensibles a todo tipo de
experiencias positivas. Las investigaciones realizadas por
psicoterapeuta Elaine Aron (ver entrada del blog "¿eres altamente sensible?
") confirman la corazonada de Guyer, demostrando que las personas
solitarias suelen tener una agudeza sensorial muy alta. Debido a que los
solitarios son buenos en captar las sutilezas, están bien adaptados
para las carreras que requieren una estrecha observación, como la
escritura y la investigación científica. No es de extrañar que famosos
solitarios de nuestra historia incluyan a personajes como Emily
Dickinson, Stanley Kubrick, o Isaac Newton.
Al contrario que la impuesta, la soledad deseada proporciona una
sensación cercana a la libertad que, a su vez, puede inspirar el sosiego
necesario para sobrellevar el estrés de la vida diaria.
Y es que el sentimiento de soledad es uno de los más difíciles de
sobrellevar. El ser humano es, por naturaleza, social, necesita de los
otros para establecer relaciones personales y vivir de forma
satisfactoria. Aunque algunas personas sean muy autónomas e
independientes, necesitan de una u otra forma la calidad de sus
relaciones sociales para gozar de un estado de ánimo sano.
El bienestar general de una persona depende en gran medida de la calidad
de sus vínculos con los demás. De ahí que incluso los médicos definan
la salud como el bienestar físico, psicológico y social. Por tanto, la
soledad es un factor perjudicial para la salud social, que provoca
consecuencias negativas en la psicológica, como la tristeza. La salud de
una persona está expuesta a sufrir daños según las relaciones sociales
que establezca; si éstas no son satisfactorias, los sentimientos de
soledad no tardan en aparecer.
Actualmente, en nuestra sociedad existe un caldo de cultivo con los
ingredientes necesarios para que los vínculos personales sean algo
débiles, lo que desemboca en un sentimiento de soledad sutil pero
constante para algunas personas que, aunque compartan tiempo con los
demás, pueden sentirse solas por no tener excesiva confianza en sus
relaciones.
La soledad deseada (o sentirse bien en soledad)
El sentimiento de soledad no siempre es dañino. En algunos casos se
puede elegir destinar parte del tiempo a realizar tareas en solitario
como opción personal. En este caso se trata de una soledad buscada que
nada tiene que ver con sentimientos de tristeza, sino que puede ser muy
gratificante porque fomenta el bienestar emocional. En definitiva, se
trata más bien de gozar de momentos de intimidad más que de soledad.
Cuando una persona decide disponer de tiempo para sí se trata de alguien
que goza de estar sin la compañía de los demás durante un tiempo
limitado. Se trata de momentos dedicados a uno mismo que pueden ser
necesarios e imprescindibles para fomentar el bienestar personal, lo que
indica que se es capaz de estar sin otras personas, señal de autonomía e
independencia.
La soledad deseada o autonomía no es sólo una opción, resulta
recomendable para cualquiera. Gozando de esta libertad personal se puede
elegir qué es lo que más apetece en ese momento sin necesidad de dar
explicaciones a nadie, que es lo mismo que quitarse todas las
obligaciones de encima, aunque sea sólo por unas horas. Todo el mundo
debería reservar ciertos momentos de intimidad para uno mismo. Incluso
existen personas que han hecho de la soledad deseada un estilo de vida:
es el caso los “singles” que han elegido llevar una vida más
independiente, o las personas que gozan viajando solas o, incluso, los
que prefieren realizar tareas en solitario en su tiempo libre.
A pesar todo, y de la importancia que tiene saber y poder gozar de
tiempo para uno mismo, no debe caerse en el aislamiento. Disfrutar de
tiempo personal para sentirse bien puede beneficiar a la salud
psicológica siempre que no suponga un abuso y se descuiden los vínculos
que unen a las personas cercanas. La autonomía no debe ser sinónimo de
aislamiento. Cuidar y mantener las relaciones existentes siempre es una
buena inversión.
Cuando la soledad afecta
Sin embargo, la soledad no deseada suele estar relacionada con emociones
negativas que vienen motivadas por circunstancias que la persona no ha
elegido.
Cuando no se tienen vínculos con los demás o éstos son superficiales,
suelen aparecer sentimientos de tristeza que afectan al estado de ánimo y
que disminuyen la motivación para relacionarse. Aislarse socialmente no
es, normalmente, un deseo. Hay personas que optan por no relacionarse
en exceso pero desearían tener vínculos sociales satisfactorios, aunque
algo les impide relacionarse con normalidad.
Otro tipo de soledad, aunque pueda parecer algo contradictoria, es la de
estar con otras personas pero con la sensación de no sentirse parte del
grupo. Suele ocurrir cuando alguien se guarda para sí la información
que le gustaría compartir con los demás, pero que de algún modo no
encuentra la forma de hacerlo. Este es un tipo de soledad bastante
frustrante porque no permite el goce de una relación íntima que aporte
seguridad. Es habitual en personas que se guardan sus problemas para sí
mismas, bien porque no tienen la suficiente confianza para compartirlos o
porque les falta asertividad para hacer respetar sus puntos de vista.
Compartir las emociones y los sentimientos y hacer partícipes a los
demás de una parte de la intimidad personal fomenta los vínculos con los
demás. Cuando se comparte con los demás algo más que compañía, el
sentimiento de soledad disminuye en beneficio del bienestar social y
psicológico.
Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene
comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones
sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad:
es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una
experiencia subjetiva ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o
sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta
desagradable y puede llegar a generar angustia.
Se puede definir la soledad como la diferencia entre el nivel de
contacto social que deseamos y el que realmente alcanzamos. Por eso,
resulta difícil establecer lo que es una persona “solitaria”, porque de
hecho este perfil depende en gran parte de lo que cada individuo
considera como “estar solo”.
Sin embargo, sí existe un factor decisivo que determina la soledad real:
la calidad de las relaciones personales, y no su cantidad. La ausencia
de familiares y amigos cercanos es, por eso, un hecho grave que puede
afectar a la salud advierten los investigadores.
El tema ha cobrado enorme importancia, ya que tiene una alta incidencia.
El 35% de la población de entre 25 y 40 años vive sola. La soledad
también se considera como uno de los posibles factores que causan otros
desórdenes. Entre ellos depresión, suicidio y graves problemas médicos,
como las enfermedades cardiovasculares.Tambien según los últimos
estudios el sistema inmunologico se ve afectado por situaciones
prolongadas de soledad. En las encuestas para determinar los factores
que más contribuyen a la felicidad humana, los encuestados siempre citan
la conexión con los amigos y el amor familiar, la intimidad, la riqueza
social-la afiliación por encima o por la fama,incluso por encima de la
salud física.
La soledad refleja una percepción del individuo respecto a su red de
relaciones sociales, bien porque esta red es escasa o porque la relación
es insatisfactoria o demasiado superficial. Se distingue dos tipos de
soledad: la emocional, o ausencia de una relación intensa con otra
persona que nos produzca satisfacción y seguridad, y la social, que
supone la no pertenencia a un grupo que ayude al individuo a compartir
intereses y preocupaciones. La definición más común de soledad es la de
carencia de compañía y se tiende a vincularla con estados de tristeza,
desamor y negatividad, obviando los beneficios que una soledad ocasional
y deseada puede reportar.
Sufren de soledad los individuos que tienen carencia de:
- Oportunidad de expresar sentimientos íntimos a otra persona
- Un grupo de amigos del cual sentirse parte
- Alguien que necesite de su amor
- Alguien que lo desee físicamente
- Personas con quienes compartir valores e intereses
- Amigos para compartir actividades recreativas
- Relaciones en el trabajo
- Un sentido de confianza en los amigos íntimos
- Intimidad física en forma regular
Es importante destacar que existe la soledad crónica en aquellas
personas que no han sido capaces de establecer relaciones satisfactorias
por un período de varios años y por lo menos a través de dos etapas de
su vida, como podrían ser la adolescencia y la adultez joven; o la
adultez joven y la edad madura. También existe la soledad temporal, que
incluye un estado de ánimo breve y ocasional de soledad, por ejemplo
después del trabajo, o durante los fines de semana.
Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a
nosotros mismos. Y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y
desarrollo personal, sino también para afianzar y revalidar nuestra
autoestima, ya que ésta se genera cada día en la interrelación con las
personas que nos rodean. Para que la vida tenga sentido todos
necesitamos una estabilidad afectiva, lo que no significa que haya que
tener pareja o vivir según modelos establecidos. Estar solo es bueno, y
disfrutar de la propia soledad está muy bien, pero llega un punto en el
que también necesitamos proyectar nuestra energía y proyectos para un
bien común porque somos seres relacionales. La estabilidad afectiva nos
permite confiar que somos aceptados por el grupo, que lo que somos y lo
que hacemos está bien recibido, y eso nos da mucha libertad y
tranquilidad.
Es paradójico el hecho de que vivimos en sociedades masificadas y sin
embargo a veces nos sentimos tremendamente solos. Te puedes sentir solo
en medio de la Plaza Catalunya, o comiendo en familia el día de Navidad.
Pero este sentimiento no tiene que ver con el estar solo o no, sino con
la proximidad que tienes con las personas. Una persona puede estar
aislada, en un refugio de montaña, pero sentirse acompañada porque sabe
que alguien piensa en ella, se preocupa, la quiere, y está pendiente de
si las cosas le van bien o no. Hay que diferenciar entre la soledad
física y la emocional.
La soledad sociales la de quien apenas habla más que con su familia, sus
compañeros de trabajo y sus vecinos es una soledad muy común en este
mundo nuestro. Nos sentimos incapaces de contactar con un mínimo de
confianza con quienes nos rodean. Plantamos un muro a nuestro alrededor y
vivimos el vacío que nosotros mismos creamos y que justificamos con
planteamientos como "no me entienden", "cada vez que confías en alguien,
te llevas una puñalada". Si la soledad es deseada nada hay que objetar,
aunque la situación entraña peligro: el ser humano es social por
naturaleza y una red de amigos con la que compartir aficiones,
preocupaciones y anhelos es un cimiento difícilmente sustituible para
asentar una vida feliz.
Por naturaleza, somos criaturas sociales, y si bien, uno puede llegar a
negarse a esta demanda en determinadas ocasiones, no puede vivir sin un
contacto significativo con otras personas, por lo menos, con una sola
persona. Esa soledad no deseada puede convertirse en angustia, si bien
algunos se acostumbran a vivir solos.
Fuentes: elblogdeffuentes, todoensalud, ayudapsicologica
Tomado de http://jesusgonzalezfonseca.blogspot.com