miércoles, 28 de diciembre de 2016

Una joven azafata… de 80 años


Esta mujer trabaja como auxiliar de vuelo desde hace casi seis décadas; posibleme sea la azafata más anciana del mundo

Ya se sabe que las personas son cada vez más longevas y muchas se siguen manteniendo activas a edades notables, incluso en profesiones tradicionalmente reservadas a las jóvenes. Este es el caso de Bette Nash. Ella tiene 80 años y trabaja como auxiliar de vuelo desde hace casi seis décadas, una longevidad laboral que probablemente la convierta en la azafata en activo más anciana del mundo.
Esta mujer soñaba con desarrollar esa profesión desde los 16 años y comenzó su primer empleo en el sector en 1957, para la ya inexistente Eastern Airlines. Hoy en día pertenece a la disciplina de la estadounidense American Airlines.

Cambió decenas por centenares

 

Al explicar su dilatada trayectoria, Nash relata que volar hoy en día es muy diferente que durante la denominada edad de oro de la navegación aérea, cuando los aparatos eran un lugar de donde las personas lucían su ropa más elegante y comían con vajilla de porcelana.
“El trabajo era más duro físicamente entonces. Teníamos que servir una gran bandeja de comida y yo era la única azafata del avión“, indica Nash, quien recuerda que los Kennedy eran clientes frecuentes. La dedicada mujer todavía reparte bebidas a centenares en vez de comidas a unas decenas, pero sigue encantada con su labor: “Amo a mi gente, conozco a mis clientes y sé lo que quieren”.

De los encerados a las pantallas

Esta veterana del aire considera que nada ha cambiado tanto en el sector aeronáutico comercial como la tecnología. Así, cuando empezó a volar los horarios de vuelo se escribían en un encerado, mientras que los manuales e instrucciones eran libros de verdad, no en formato digital.
Esta modernización ha supuesto un verdadero desafío para Nash, quien ha reconocido que “las aerolíneas evolucionan continuamente y uno debe evolucionar con ellas”.
A pesar de todos los cambios de la industria, que también han afectado a los uniformes, una cosa permanece imperturbable ante las tendencias: la sonrisa que Bette Nash seguirá mostrando a los pasajeros.



Y si alguien tiene duda de las habilidades y presencia de esta “joven” profesional, puede verla en plena faena en este video


(Tomado de bohemiadigital y RT)

martes, 4 de octubre de 2016

La soledad elegida y la que nos elige

"Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo. Todo hombre es un pedazo del continente, una parte de la totalidad" [John Donne]


Mejor solo que mal acompañado dice el dicho, pero la soledad es una actitud muy mal vista, los seres humanos son ante todo seres sociales y primitivamente no se puede comprender el deseo de otro miembro del clán de estar lejos del grupo.
Como bien se dice, hay dos tipos de soledad, el estar aislado de otras personas y el sentirse solo. Pero hay un mundo de diferencias entre ambas, la soledad no elegida es un estado negativo, duro, caracterizado por una desagradable sensación de aislamiento, uno siente que algo falta. La soledad elegida es el estado de estar solo sin sentirse solo. Es un estado positivo y constructivo. Es un momento que se puede utilizar para la reflexión, el crecimiento o el goce de algún tipo. Así por ejemplo la lectura requiere soledad profunda, el pensamiento y la creatividad por lo general también. Es un medio de disfrutar de la tranquilidad, es algo que cultivamos, una oportunidad para renovarnos. Cultivar una sana soledad, es más que estar solo, es estar con uno mismo, algo para lo cuál no nos damos tiempo. Algo que se llama habitualmente introspección.
Todos necesitamos momentos de soledad, aunque según nuestro temperamento esa cantidad de tiempo “para nosotros” difiere. En nuestra sociedad, donde los extrovertidos constituyen las tres cuartas partes de la población, ser solitario está catalogado de forma negativa. Contrariamente a la creencia popular, no todos los solitarios tienen un miedo patológico a las relaciones sociales. "Algunas personas simplemente tienen una baja necesidad de afiliación," dice Jonathan Cheek, psicólogo en el Wellesley College. "Hay una división muy grande entre el solitario por preferencias y el solitario forzado." Una tendencia a la soledad podría reflejar una mezcla de tendencias innatas y experiencias, tales como no tener muchos amigos en la infancia o crecer en una familia que valora la privacidad.

Amanda Guyer, psicólogo de los Institutos Nacionales de Salud en Bethesda, Maryland, ha encontrado que las personas con más tendencia a estar solas resultan ser más sensibles a todo tipo de interacciones emocionales y estímulos sensoriales, lo que significa que suelen encontrar placer donde otros no lo hacen. Los resultados Guyer sugieren que los introvertidos pueden ser más sensibles a todo tipo de experiencias positivas. Las investigaciones realizadas por psicoterapeuta Elaine Aron (ver entrada del blog "¿eres altamente sensible? ") confirman la corazonada de Guyer, demostrando que las personas solitarias suelen tener una agudeza sensorial muy alta. Debido a que los solitarios son buenos en captar las sutilezas, están bien adaptados para las carreras que requieren una estrecha observación, como la escritura y la investigación científica. No es de extrañar que famosos solitarios de nuestra historia incluyan a personajes como Emily Dickinson, Stanley Kubrick, o Isaac Newton.
Al contrario que la impuesta, la soledad deseada proporciona una sensación cercana a la libertad que, a su vez, puede inspirar el sosiego necesario para sobrellevar el estrés de la vida diaria.
Y es que el sentimiento de soledad es uno de los más difíciles de sobrellevar. El ser humano es, por naturaleza, social, necesita de los otros para establecer relaciones personales y vivir de forma satisfactoria. Aunque algunas personas sean muy autónomas e independientes, necesitan de una u otra forma la calidad de sus relaciones sociales para gozar de un estado de ánimo sano.
El bienestar general de una persona depende en gran medida de la calidad de sus vínculos con los demás. De ahí que incluso los médicos definan la salud como el bienestar físico, psicológico y social. Por tanto, la soledad es un factor perjudicial para la salud social, que provoca consecuencias negativas en la psicológica, como la tristeza. La salud de una persona está expuesta a sufrir daños según las relaciones sociales que establezca; si éstas no son satisfactorias, los sentimientos de soledad no tardan en aparecer.
Actualmente, en nuestra sociedad existe un caldo de cultivo con los ingredientes necesarios para que los vínculos personales sean algo débiles, lo que desemboca en un sentimiento de soledad sutil pero constante para algunas personas que, aunque compartan tiempo con los demás, pueden sentirse solas por no tener excesiva confianza en sus relaciones.
La soledad deseada (o sentirse bien en soledad)
El sentimiento de soledad no siempre es dañino. En algunos casos se puede elegir destinar parte del tiempo a realizar tareas en solitario como opción personal. En este caso se trata de una soledad buscada que nada tiene que ver con sentimientos de tristeza, sino que puede ser muy gratificante porque fomenta el bienestar emocional. En definitiva, se trata más bien de gozar de momentos de intimidad más que de soledad.
Cuando una persona decide disponer de tiempo para sí se trata de alguien que goza de estar sin la compañía de los demás durante un tiempo limitado. Se trata de momentos dedicados a uno mismo que pueden ser necesarios e imprescindibles para fomentar el bienestar personal, lo que indica que se es capaz de estar sin otras personas, señal de autonomía e independencia.
La soledad deseada o autonomía no es sólo una opción, resulta recomendable para cualquiera. Gozando de esta libertad personal se puede elegir qué es lo que más apetece en ese momento sin necesidad de dar explicaciones a nadie, que es lo mismo que quitarse todas las obligaciones de encima, aunque sea sólo por unas horas. Todo el mundo debería reservar ciertos momentos de intimidad para uno mismo. Incluso existen personas que han hecho de la soledad deseada un estilo de vida: es el caso los “singles” que han elegido llevar una vida más independiente, o las personas que gozan viajando solas o, incluso, los que prefieren realizar tareas en solitario en su tiempo libre.
A pesar todo, y de la importancia que tiene saber y poder gozar de tiempo para uno mismo, no debe caerse en el aislamiento. Disfrutar de tiempo personal para sentirse bien puede beneficiar a la salud psicológica siempre que no suponga un abuso y se descuiden los vínculos que unen a las personas cercanas. La autonomía no debe ser sinónimo de aislamiento. Cuidar y mantener las relaciones existentes siempre es una buena inversión.
Cuando la soledad afecta
Sin embargo, la soledad no deseada suele estar relacionada con emociones negativas que vienen motivadas por circunstancias que la persona no ha elegido.
Cuando no se tienen vínculos con los demás o éstos son superficiales, suelen aparecer sentimientos de tristeza que afectan al estado de ánimo y que disminuyen la motivación para relacionarse. Aislarse socialmente no es, normalmente, un deseo. Hay personas que optan por no relacionarse en exceso pero desearían tener vínculos sociales satisfactorios, aunque algo les impide relacionarse con normalidad.
Otro tipo de soledad, aunque pueda parecer algo contradictoria, es la de estar con otras personas pero con la sensación de no sentirse parte del grupo. Suele ocurrir cuando alguien se guarda para sí la información que le gustaría compartir con los demás, pero que de algún modo no encuentra la forma de hacerlo. Este es un tipo de soledad bastante frustrante porque no permite el goce de una relación íntima que aporte seguridad. Es habitual en personas que se guardan sus problemas para sí mismas, bien porque no tienen la suficiente confianza para compartirlos o porque les falta asertividad para hacer respetar sus puntos de vista.
Compartir las emociones y los sentimientos y hacer partícipes a los demás de una parte de la intimidad personal fomenta los vínculos con los demás. Cuando se comparte con los demás algo más que compañía, el sentimiento de soledad disminuye en beneficio del bienestar social y psicológico.
Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad: es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una experiencia subjetiva ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta desagradable y puede llegar a generar angustia.

Se puede definir la soledad como la diferencia entre el nivel de contacto social que deseamos y el que realmente alcanzamos. Por eso, resulta difícil establecer lo que es una persona “solitaria”, porque de hecho este perfil depende en gran parte de lo que cada individuo considera como “estar solo”.
Sin embargo, sí existe un factor decisivo que determina la soledad real: la calidad de las relaciones personales, y no su cantidad. La ausencia de familiares y amigos cercanos es, por eso, un hecho grave que puede afectar a la salud advierten los investigadores.
El tema ha cobrado enorme importancia, ya que tiene una alta incidencia. El 35% de la población de entre 25 y 40 años vive sola. La soledad también se considera como uno de los posibles factores que causan otros desórdenes. Entre ellos depresión, suicidio y graves problemas médicos, como las enfermedades cardiovasculares.Tambien según los últimos estudios el sistema inmunologico se ve afectado por situaciones prolongadas de soledad. En las encuestas para determinar los factores que más contribuyen a la felicidad humana, los encuestados siempre citan la conexión con los amigos y el amor familiar, la intimidad, la riqueza social-la afiliación por encima o por la fama,incluso por encima de la salud física.
La soledad refleja una percepción del individuo respecto a su red de relaciones sociales, bien porque esta red es escasa o porque la relación es insatisfactoria o demasiado superficial. Se distingue dos tipos de soledad: la emocional, o ausencia de una relación intensa con otra persona que nos produzca satisfacción y seguridad, y la social, que supone la no pertenencia a un grupo que ayude al individuo a compartir intereses y preocupaciones. La definición más común de soledad es la de carencia de compañía y se tiende a vincularla con estados de tristeza, desamor y negatividad, obviando los beneficios que una soledad ocasional y deseada puede reportar.
Sufren de soledad los individuos que tienen carencia de:
  • Oportunidad de expresar sentimientos íntimos a otra persona
  • Un grupo de amigos del cual sentirse parte
  • Alguien que necesite de su amor
  • Alguien que lo desee físicamente
  • Personas con quienes compartir valores e intereses
  • Amigos para compartir actividades recreativas
  • Relaciones en el trabajo
  • Un sentido de confianza en los amigos íntimos
  • Intimidad física en forma regular
Es importante destacar que existe la soledad crónica en aquellas personas que no han sido capaces de establecer relaciones satisfactorias por un período de varios años y por lo menos a través de dos etapas de su vida, como podrían ser la adolescencia y la adultez joven; o la adultez joven y la edad madura. También existe la soledad temporal, que incluye un estado de ánimo breve y ocasional de soledad, por ejemplo después del trabajo, o durante los fines de semana.
Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a nosotros mismos. Y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y desarrollo personal, sino también para afianzar y revalidar nuestra autoestima, ya que ésta se genera cada día en la interrelación con las personas que nos rodean. Para que la vida tenga sentido todos necesitamos una estabilidad afectiva, lo que no significa que haya que tener pareja o vivir según modelos establecidos. Estar solo es bueno, y disfrutar de la propia soledad está muy bien, pero llega un punto en el que también necesitamos proyectar nuestra energía y proyectos para un bien común porque somos seres relacionales. La estabilidad afectiva nos permite confiar que somos aceptados por el grupo, que lo que somos y lo que hacemos está bien recibido, y eso nos da mucha libertad y tranquilidad.
Es paradójico el hecho de que vivimos en sociedades masificadas y sin embargo a veces nos sentimos tremendamente solos. Te puedes sentir solo en medio de la Plaza Catalunya, o comiendo en familia el día de Navidad. Pero este sentimiento no tiene que ver con el estar solo o no, sino con la proximidad que tienes con las personas. Una persona puede estar aislada, en un refugio de montaña, pero sentirse acompañada porque sabe que alguien piensa en ella, se preocupa, la quiere, y está pendiente de si las cosas le van bien o no. Hay que diferenciar entre la soledad física y la emocional.
La soledad sociales la de quien apenas habla más que con su familia, sus compañeros de trabajo y sus vecinos es una soledad muy común en este mundo nuestro. Nos sentimos incapaces de contactar con un mínimo de confianza con quienes nos rodean. Plantamos un muro a nuestro alrededor y vivimos el vacío que nosotros mismos creamos y que justificamos con planteamientos como "no me entienden", "cada vez que confías en alguien, te llevas una puñalada". Si la soledad es deseada nada hay que objetar, aunque la situación entraña peligro: el ser humano es social por naturaleza y una red de amigos con la que compartir aficiones, preocupaciones y anhelos es un cimiento difícilmente sustituible para asentar una vida feliz.
Por naturaleza, somos criaturas sociales, y si bien, uno puede llegar a negarse a esta demanda en determinadas ocasiones, no puede vivir sin un contacto significativo con otras personas, por lo menos, con una sola persona. Esa soledad no deseada puede convertirse en angustia, si bien algunos se acostumbran a vivir solos.

Fuentes: elblogdeffuentes, todoensalud, ayudapsicologica
Tomado de  http://jesusgonzalezfonseca.blogspot.com

martes, 27 de septiembre de 2016

Cómo ser feliz en la tercera edad


Un reciente estudio español concluye que uno es más feliz de mayor cuando también lo ha sido de joven

    Por JOSÉ ANDRÉS RODRÍGUEZ


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reikiadomicilio.
La felicidad es uno de los grandes objetivos vitales de todas las personas. Según un estudio reciente llevado a cabo por científicos de la Universidad de Granada, publicado en 'Journal of Happiness Studies', es más probable llegar a ser un anciano feliz si se ha gozado de una vida feliz. Pero, ¿cuáles son las claves para lograr la ansiada felicidad? El artículo explica la importancia de contar con el apoyo de amigos y familiares y de poder disfrutar de las actividades cotidianas.
Feliz de joven, feliz de mayor

Cada vez más científicos estudian qué es la felicidad y qué factores son los que acercan a ella. En fechas recientes, investigadores de la Universidad de Granada entrevistaron a 154 personas de entre 65 y 96 años para saber cuál era su grado de felicidad en la actualidad y cuál había sido en el pasado. Una de las principales conclusiones que obtuvieron es que las personas mayores son más felices cuando lo han sido de jóvenes.

Como explica Débora Godoy, del Grupo de Investigación de Psicología de la Salud y Medicina Conductual de la Universidad de Granada y una de las autoras del estudio, "la felicidad es bastante estable en el tiempo, no es una emoción pasajera que viene y va. Creemos, con los hallazgos previos de otros investigadores, que las personas que han sido felices a lo largo de su vida han ido construyendo recursos para ser feliz". Así, cuando son mayores, pueden beneficiarse de esa magnífica inversión que han hecho a lo largo de su vida.

    Gozar de familia y amigos, no sufrir depresión y poder realizar las tareas cotidianas son factores que acercan a la felicidad

Aunque, por otro lado, las personas mayores que participaron en la investigación señalaron que eran menos felices en el presente que en el pasado. "De todos modos, los mayores del estudio son bastante felices en la actualidad, pues obtienen una puntuación de 6,6 sobre 10", añade Godoy. Una calificación que, como comenta esta científica, es similar a la que dan las personas de la tercera edad de otros países europeos en estudios parecidos. Por otro lado, según los resultados del sondeo, "muy poca gente señala que es infeliz (puntuaciones por debajo de cinco puntos) o muy feliz (por encima de ocho puntos)".
Factores para ser feliz en la tercera edad

En la encuesta, se incluían personas que vivían en sus hogares y en residencias. A pesar de que estas últimas se declaraban igual de felices que las personas que estaban en sus casas, había diferencias en aspectos relacionados con la calidad de vida. Quienes vivían en residencias eran más dependientes, no podían realizar tantas actividades relacionadas con el ocio y sentían menos el apoyo de sus familiares.

Aparte de haber gozado de una vida feliz, los mayores que se declaraban más felices coincidían en que gozaban de una red familiar que los apoyaba, no sufrían depresión y podían hacer sus tareas cotidianas con normalidad. Y es que los factores que acercan a estas personas a este estado de bienestar son, como señala Godoy, que "tengan un buen balance afectivo (más emociones positivas que negativas), que se sientan satisfechas en general con su vida, que se sientan capaces de realizar sus tareas cotidianas y que tengan amigos y familiares con quienes compartir las cosas buenas de la vida".

También es de gran ayuda gozar de buena salud o, por lo menos, de una salud medianamente buena. "Aunque es importante decir que la mayoría de las personas con enfermedades crónicas o incluso graves son también felices o incluso muy felices", apunta la investigadora. Y asegura, además, que la situación económica, aunque es importante para la felicidad, "lo es mucho menos de lo que mucha gente piensa".

Y si, llegados a cierta edad, no se ha alcanzado un nivel satisfactorio, no hay que caer en la desesperanza. "A los autores de este estudio, lo que más nos interesa resaltar es que la felicidad es modificable. Cada uno puede construir su estado de ánimo. Las personas podemos hacer mucho por sentirnos satisfechos", insiste la experta.
Felicidad: la importancia de pasarlo bien

El ocio es uno de los factores que parece tener un peso importante en la felicidad de las personas mayores. Entretenerse en compañía de otras personas proporciona emociones positivas.

No obstante, este ocio puede ser de cualquier tipo, incluso electrónico, es decir, el que se lleva a cabo con ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, etc. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), publicado en 'Computers in Human Behavior', las personas de la tercera edad que practican ocio electrónico son más felices que las que no lo hacen. Y, además, corren menos riesgo de sufrir una depresión.
(Tomado de eroski consumer)
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Imagen: roblisameehan
La felicidad es uno de los grandes objetivos vitales de todas las personas. Según un estudio reciente llevado a cabo por científicos de la Universidad de Granada, publicado en 'Journal of Happiness Studies', es más probable llegar a ser un anciano feliz si se ha gozado de una vida feliz. Pero, ¿cuáles son las claves para lograr la ansiada felicidad? El artículo explica la importancia de contar con el apoyo de amigos y familiares y de poder disfrutar de las actividades cotidianas.

Feliz de joven, feliz de mayor

Cada vez más científicos estudian qué es la felicidad y qué factores son los que acercan a ella. En fechas recientes, investigadores de la Universidad de Granada entrevistaron a 154 personas de entre 65 y 96 años para saber cuál era su grado de felicidad en la actualidad y cuál había sido en el pasado. Una de las principales conclusiones que obtuvieron es que las personas mayores son más felices cuando lo han sido de jóvenes.
Como explica Débora Godoy, del Grupo de Investigación de Psicología de la Salud y Medicina Conductual de la Universidad de Granada y una de las autoras del estudio, "la felicidad es bastante estable en el tiempo, no es una emoción pasajera que viene y va. Creemos, con los hallazgos previos de otros investigadores, que las personas que han sido felices a lo largo de su vida han ido construyendo recursos para ser feliz". Así, cuando son mayores, pueden beneficiarse de esa magnífica inversión que han hecho a lo largo de su vida.
Gozar de familia y amigos, no sufrir depresión y poder realizar las tareas cotidianas son factores que acercan a la felicidad
Aunque, por otro lado, las personas mayores que participaron en la investigación señalaron que eran menos felices en el presente que en el pasado. "De todos modos, los mayores del estudio son bastante felices en la actualidad, pues obtienen una puntuación de 6,6 sobre 10", añade Godoy. Una calificación que, como comenta esta científica, es similar a la que dan las personas de la tercera edad de otros países europeos en estudios parecidos. Por otro lado, según los resultados del sondeo, "muy poca gente señala que es infeliz (puntuaciones por debajo de cinco puntos) o muy feliz (por encima de ocho puntos)".

Factores para ser feliz en la tercera edad

En la encuesta, se incluían personas que vivían en sus hogares y en residencias. A pesar de que estas últimas se declaraban igual de felices que las personas que estaban en sus casas, había diferencias en aspectos relacionados con la calidad de vida. Quienes vivían en residencias eran más dependientes, no podían realizar tantas actividades relacionadas con el ocio y sentían menos el apoyo de sus familiares.
Aparte de haber gozado de una vida feliz, los mayores que se declaraban más felices coincidían en que gozaban de una red familiar que los apoyaba, no sufrían depresión y podían hacer sus tareas cotidianas con normalidad. Y es que los factores que acercan a estas personas a este estado de bienestar son, como señala Godoy, que "tengan un buen balance afectivo (más emociones positivas que negativas), que se sientan satisfechas en general con su vida, que se sientan capaces de realizar sus tareas cotidianas y que tengan amigos y familiares con quienes compartir las cosas buenas de la vida".
También es de gran ayuda gozar de buena salud o, por lo menos, de una salud medianamente buena. "Aunque es importante decir que la mayoría de las personas con enfermedades crónicas o incluso graves son también felices o incluso muy felices", apunta la investigadora. Y asegura, además, que la situación económica, aunque es importante para la felicidad, "lo es mucho menos de lo que mucha gente piensa".
Y si, llegados a cierta edad, no se ha alcanzado un nivel satisfactorio, no hay que caer en la desesperanza. "A los autores de este estudio, lo que más nos interesa resaltar es que la felicidad es modificable. Cada uno puede construir su estado de ánimo. Las personas podemos hacer mucho por sentirnos satisfechos", insiste la experta.

Felicidad: la importancia de pasarlo bien

El ocio es uno de los factores que parece tener un peso importante en la felicidad de las personas mayores. Entretenerse en compañía de otras personas proporciona emociones positivas.
No obstante, este ocio puede ser de cualquier tipo, incluso electrónico, es decir, el que se lleva a cabo con ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, etc. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), publicado en 'Computers in Human Behavior', las personas de la tercera edad que practican ocio electrónico son más felices que las que no lo hacen. Y, además, corren menos riesgo de sufrir una depresión.
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Un reciente estudio español concluye que uno es más feliz de mayor cuando también lo ha sido de joven
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Ejercicio en la tercera edad

 http://www.webconsultas.com/sites/default/files/styles/encabezado_articulo/public/articulos/ejercicio-tercera-edad-consejos.jpg?itok=LgbmQRbM

 Antes y después de practicar cualquier sesión deportiva, se deben realizar estiramientos musculares para calentar articulaciones y músculos, flexibilizar los tendones y preparar al corazón y los pulmones.

©Photodisc

 

 

 

Consecuencias del envejecimiento del cuerpo

El organismo con el tiempo sufre una serie de transformaciones que se pueden resumir en dos consecuencias básicas.

  • Por un lado los tejidos pierden un porcentaje significativo de agua en su composición, que se sustituye por fibras cicatrizales y depósitos de diversas sustancias, convirtiéndose en más rígidos y menos útiles. Los huesos se vuelven entonces más quebradizos, los tendones se rompen con más facilidad, los músculos desarrollan menos potencia, las articulaciones se deforman y pierden capacidad de movilidad, etc.
  • La otra consecuencia es la disminución de la capacidad homeostática. El concepto de homeostasis es fundamental para entender el funcionamiento de todos los seres vivos y se refiere a la capacidad del organismo de “compensarse” o “mantenerse igual” aunque el medio externo cambie. Un ejemplo: la temperatura interna del ser humano es aproximadamente de 37º C. Si el ambiente exterior es más frío el cuerpo lo compensa tiritando, es decir mediante contracciones musculares involuntarias que lo calientan. Por el contrario, si hace demasiado calor sudaremos, debido a que la evaporación del sudor en la piel produce un enfriamiento.
La persona mayor es pues menos capaz de reaccionar y compensar los cambios del entorno: el corazón no consigue latir con suficientes pulsaciones o enviar un volumen adecuado de sangre con cada latido, el riñón y el hígado filtran menos sustancias tóxicas, los pulmones no se rellenan adecuadamente de aire en la respiración...

¿Debe una persona mayor practicar deporte?

El dicho “La función crea el órgano” sigue siendo totalmente válido para los mayores. La disminución de capacidades y degeneración de tejidos no se detiene pero sí se retarda con el deporte adecuado y practicado de forma mesurada.

¿Debe hacerse un chequeo previo al inicio de una actividad deportiva?

El médico de cabecera juega un papel fundamental. Es muy importante conocer el estado real de salud para afrontar las limitaciones antes comentadas, que varían en cada persona y que dependen de dos factores: las enfermedades que padece o ha padecido y la práctica previa de algún deporte.
La persona mayor presenta habitualmente una serie de enfermedades, que muchas veces desconoce porque no dan síntomas o son aparentemente irrelevantes. Entre ellos destaca la hipertensión, que puede dañar gravemente el corazón, los riñones y el cerebro, provocando incluso la muerte. Todo ello es evitable acudiendo regularmente al centro de salud para tomarse la tensión y, si se eleva, cumpliendo la dieta o medicación adecuadas prescritas por su médico.
Es conveniente conocer el estado del corazón y los pulmones mediante la auscultación de rutina y en los casos que estime oportunos realizando un electrocardiograma y una radiografía del tórax.
La exploración general de la tonicidad muscular y de la capacidad de movilidad y resistencia de las articulaciones sirve para evaluar el estado físico general.
Finalmente, un análisis de sangre nos indicará la capacidad del riñón para filtrar las toxinas; los niveles de azúcar en sangre (muchas diabetes se descubren en análisis de rutina) y la composición de las células sanguíneas, de las que depende la resistencia a las infecciones, la coagulación de las heridas y la capacidad de oxigenación –de dar vitalidad– a los tejidos del cuerpo.

Ejercicios que se deben evitar

Cuando hay enfermedades avanzadas de los órganos internos el deporte en general se contraindica, ya que el riesgo de una descompensación es alto: infarto de miocardio, insuficiencia aguda respiratoria o renal, embolias o hemorragias cerebrales. Sí pueden ser útiles según los casos unos ejercicios fisioterápicos específicos bajo estricta supervisión del profesional sanitario.
Si la enfermedad que se padece es articular, habitualmente es una artrosis (desgaste articular) que suele afectar a la cadera y rodilla, y deben evitarse todos los deportes que requieran recorrer terrenos irregulares (por ejemplo el trekking), impactos (frenadas y arrancadas que se producen en el fútbol, tenis) y movimientos bruscos (cuidado con el golf por el giro rápido de rodilla, cadera y hombro que se produce al lanzar la pelota) ya que se produce un mayor roce de los cartílagos articulares. Igualmente se evitarán si el paciente es portador de prótesis articular, porque puede aflojarse de su anclaje al hueso.
En general no se aconsejan deportes de gran esfuerzo como el fútbol o tenis (y menos aún el paddle) por el alto riesgo de sobrecargas cardíacas, respiratorias y de hemorragia cerebral.

Deportes que se pueden practicar

El deporte por excelencia en la tercera edad es la natación, o en su caso los ejercicios suaves en agua. Los movimientos son entonces armónicos, sin impactos; el empuje del agua disminuye el peso del cuerpo descargando las articulaciones, la climatización habitual de las piscinas modernas permite una temperatura agradable y tolerable por el mayor.
Los pulmones aumentan la capacidad de llenado de aire y el corazón se tonifica. El trabajo muscular fortalece las venas y evita las trombosis.
Si el médico permite montar en bicicleta la recomendación habitual es recorrer carreteras llanas y con un desarrollo intermedio, que evita sobrecargar en exceso las rótulas y las lumbares.
De igual forma, el jogging debería practicarse por terrenos llanos, elásticos (hierba) o en su defecto utilizando plantillas viscoelásticas o calzado con cámara de aire, que absorben los impactos de la zancada.
En el golf deben evitarse los golpes largos o sobre la arena del banker.

Recomendaciones generales para el mayor deportista

En general, antes y después de practicar cualquier sesión deportiva, se deben realizar estiramientos musculares para calentar articulaciones y músculos, flexibilizar los tendones y preparar al corazón y los pulmones para el gasto de energía que supondrán las contracciones musculares.
Habitualmente el médico de cabecera puede suministrar al paciente unas tablas con dichos ejercicios, que se harán de forma suave y progresiva, evitando movimientos bruscos y posturas forzadas: se notará tensión en el músculo y tendón estirados, pero de ninguna manera se debe sentir dolor. Los hipertensos deben evitar beber un volumen excesivo de agua, porque sobrecargan el riñón y el corazón.
Los diabéticos que se inyectan insulina deben tener igualmente cuidado, porque el gasto de energía excesivo quemará mucho azúcar y se puede presentar un coma por hipoglucemia.
Si aparecen mareos, dolor fuerte de cabeza, dolor en el pecho o sensación de ahogo, se debe acudir a un servicio de urgencias.
Dr. Roberto Palacio González, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica

(Tomado de  http://netdoctor.elespanol.com/)

jueves, 11 de agosto de 2016

La conmovedora historia de dos ancianos italianos a los que agentes de policía les cocinaron un plato de pasta





Jole y Michele, una pareja de ancianos de Roma. Questura di Roma
Image caption Los vecinos llamaron a la policía de Roma alarmados por los llantos desconsolados que salían del apartamento de Jole y Michele.

Jole, de 89 años, y su marido Michele, de 94, llevan casados desde hace 70 años y como muchos ancianos en Roma (Italia), viven sin asistencia.
Hace unos días, alertados por los gritos y llantos desconsolados de la pareja, sus vecinos llamaron a la policía para que acudiera a investigar qué sucedía en su apartamento.
Cuando llegaron, sin embargo, los policías no hallaron indicio de ningún crimen ni nadie a quien arrestar.
Sólo encontraron a dos ancianos derrotados por la soledad.
La vida de Jole y Michele nunca es fácil, pero el verano es especialmente duro, porque la ciudad se vacía y sus vecinos se van vacaciones.
Como tantas otras noches calurosas de verano, Jole había encendido la televisión, la única compañía que hoy tienen estos dos ancianos, a quienes nadie visita.

Habían perdido la esperanza

Pero esta noche en particular, Jole no pudo seguir viendo el televisor, abrumada por las tristes noticias sobre la guerra, unos atentados terroristas, unos niños abusados en una guardería…

Jole y Michele, una pareja de ancianos de Roma.Image copyright Questura Di Roma
Image caption Los policías cocinaron pasta con mantequilla y queso para los ancianos.
Cuando los cuatro policías hablaron con los ancianos, enseguida se dieron cuenta de que no se trataba de un robo o una estafa, crímenes comunes que sufren los ancianos. El único crimen aquí era haberse hecho viejos en soledad.
"A veces la soledad se transforma en llanto. Es como una tormenta de verano. Llega de repente y te arrolla. Y cuando la soledad se convierte en un peso en el corazón, puede suceder que se pierda la esperanza, como ha pasado ahora", explicó la Jefatura de Policía de Roma en un emotivo comunicado sobre el caso.

Ser hombres en vez de policías

Los policías miraron a su alrededor un cúmulo de recuerdos de toda una vida, pero invadidos por la soledad; una soledad que quedaba resumida en tres tristes uvas colgando de un racimo en descomposición en el frutero del comedor y un vacío refrigerador.
Así que mientras esperaban a la ambulancia para verificar que la pareja estaba bien, los policías pidieron permiso para abrir su despensa e improvisaron una pequeña cena "en familia".
Un plato de pasta con mantequilla y queso.

No hubo arrestos que realizar

El agente Andrea se puso a cocinar mientras los otros policías - Alessandro, Ernesto y Mirko - entretenían a los ancianos.
Y así, no hubo partes que rellenar, ni multas que poner, ni arrestos que realizar.
Sólo un plato de pasta que cocinar y dos ancianos a los que acompañar.
Personas de diferentes países han dejado miles de mensajes en la página Facebook de la Jefatura de Policía de Roma con cariñosos mensajes para los ancianos y los cuatro policías que les ayudaron.
También hay quienes se han ofrecido a escribir cartas a Joel y Michele, incluso desde remotas partes del mundo, para que no vuelvan a sentirse solos.


(Tomado de la BBCmundo)

martes, 2 de agosto de 2016

Carta de una madre a su hija




 

 

Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces
, no me interrumpas para

decirme eso ya me lo contaste solamente escúchame por favor. Y recordar los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida.

Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña. Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida.



El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches.

Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré. Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija...

Texto : Anónimo

Fotos : Pixabay (Tomado de facilísimo.com)

viernes, 1 de julio de 2016

Características de la tercera edad


La mejor manera de entender y conocer a nuestros mayores es conociendo las características de la tercera edad. Te las detallamos en este post.

¿Qué es la tercera edad?

Entendemos por tercera edad el grupo de personas mayores o ancianas. El intervalo de edad es muy amplio, existen varias generaciones. La vejez es un proceso fisiológico de todo ser humano, donde se producen cambios físicos así como psicológicos y sociales. El envejecer es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable.
Se suele decir que a partir de los 65 años ya empieza la tercera edad. Este punto de inflexión para un individuo suele ser caótico. La persona puede haber dejado de trabajar y se enfrenta a una serie de cambios físicos, psíquicos, personales y económicos a los que no sabe hacer frente, o no dispone de las herramientas suficientes.
El grupo de población mayor no es un grupo homogéneo. Cada persona en función de las experiencias vitales desarrolla procesos cognitivos, destrezas o sensibilidades específicas. Por tanto, no todos los individuos envejecen de la misma manera.  Además, la etapa de la vejez supone actualmente una tercera parte de la vida de una persona, por tanto es lógico que sus necesidades vayan cambiando.

Características de la tercera edad: los cambios en la vejez


Los cambios que se pueden producir en la vejez comportan varios aspectos:
  • Cambios fisiológicos: las células envejecen, cambia la estructura corporal, se pierde elasticidad  e hidratación en la piel (aparecen las arrugas).
  • Cambios en la salud: aumenta la prevalencia de enfermedades (morbilidad y mortalidad).
  • Cambios nutricionales: las necesidades metabólicas ya no son las mismas, y por tanto la alimentación debe ser más específica.
  • Cambios en la eliminación: pueden aparecen incontinencias, que tienen consecuencias psíquicas y sociales muy importantes para el anciano.
  • Cambios en la actividad: el ritmo de ejercicio disminuye, si bien es más necesario que nunca que el individuo se mantenga activo.
  • Cambios en el sueño: el patrón de descanso cambia, el individuo no sigue rutinas.
  • Cambios en la percepción: los órganos de los sentidos pueden verse afectados, lo que lleva a problemas sensoriales (sordera, problemas de visión.,)
  • Cambios sociales: las relaciones sociales y los roles son distintos, incluso dentro de la familia. Muchas veces la persona tampoco se implica activamente en la sociedad.
  • Cambios sexuales: por limitaciones físicas en órganos sexuales, y pensamientos erróneos arraigados en la sociedad.
  • Cambios en autoconcepto: la actitud, la identidad así como la imagen corporal de uno mismo cambia, y suele ser negativa. Disminuye la autoestima.
Debemos saber observar la vejez como una etapa más del ciclo evolutivo. Sí que es cierto que en esta etapa de la vida se producen muchas pérdidas a nivel físico o psíquico, pero hemos de evitar estigmatizar la vejez y verlo simplemente como una etapa más que requiere intervenciones más específicas. Es importante que lo enseñemos a nuestros mayores.
La vejez no es sino la última etapa de una vida completa y llena de momentos e historias. Nuestra misión es potenciar las vivencias positivas y fomentar las habilidades y capacidades del anciano, dentro de sus limitaciones.
Según las predicciones del Instituto Nacional de Estadística, en España en el año 2052 el 37% de la población superará los 64 años.  Es necesario que tomemos conciencia de este grupo de población, que sepamos cómo podemos intervenir e interactuar en esta próxima sociedad. Los recursos de hoy día son muy amplios, aunque no todos los individuos saben hacer buen uso de ellos.

Salud y calidad de vida

La vejez es un proceso natural que en ocasiones va acompañado de problemas de salud. Aunque cabe recalcar que el hecho que la persona envejezca no quiere decir que lleve consecuencias de directas para la salud. Si bien es cierto que la prevalencia de enfermedades aumenta a medida que envejecemos, así como el nivel de dependencia.
Además, al aumentar la esperanza de vida notablemente, la incidencia de enfermedades crónicas o incapacidades pueden dar lugar a una mayor demanda de servicios sanitarios y asistenciales de larga duración.  Las patologías que se acaban cronificando son las que aumentan discapacidad y la mortalidad.
La salud es la segunda gran preocupación de los ancianos, después de la económica.  El colectivo de ancianos siempre ha dado una imagen de carga o peso. Es hora de darle una vuelta a este concepto. La salud es algo que nos preocupa a todos, jóvenes o mayores. Y cuando se presenta un problema de salud, aunque sea crónico, debemos aceptarlo y aprender a vivir con él. Esto no significa que no podamos tener una vida plena. El reto es convivir con la enfermedad o con la limitación, y seguir disfrutando de la vida. Se trata de convertir una visión negativa de la vejez y la enfermedad, en simplemente un cambio que el individuo debe aceptar para continuar.
Suena fácil, pero la persona debe mantener una actitud positiva frente a la vida y a los cambios que se avecinan. Además, los recursos tanto materiales como humanos deben estar disponibles para este tipo de necesidades, y hoy día dichos recursos son muy limitados. La formación de personal altamente cualificado es imprescindible para saber atender a este colectivo.

(tOMADO DEL BLOG DEUSTOSALUD, ARTICULO DE Marina Acera)

¿Piernas hinchadas o pesadas? ¡Aligéralas!

 


Frecuentemente durante los meses de calor sentimos nuestras piernas pesadas y en ocasiones incluso nos duelen. Te ofrecemos algunos consejos para aliviar la molesta sensación de piernas cansadas.
Es una sensación que nos acompaña sobre todo con el calor. Este es uno de los casos en los cuales entran en juego componentes médicos para determinar también descompensaciones y aspectos antiestéticos. En la base encontramos una difusión genética de la circulación periférica y la dilatación de las venas que pueden crear patologías importantes como son las varices y las telangectasias (los famosos capilares dilatados o arañas varicosas) que se manifiestan, en los casos menos graves, con hinchazón, sensación de pesantez, dolores y hormigueo. Es importante realizar una visita de control con un especialista, también las más jóvenes, si fuera necesario.

Consejos para aligerar las piernas

  • Con la alimentación: vía libre, por lo tanto, a todos los alimentos que combaten la retención hídrica (sobre todo fruta y verdura cruda) y a un abundante consumo de agua oligomineral, infusiones, zumos y licuados.
  • Duerme con las piernas elevadas, regulando la altura de la almohada hasta conseguir una posición que te resulte cómoda.
  • La natación y los paseos diarios  a buen ritmo, de al menos 30 minutos, afinan y aligeran tus piernas. Eso sí: la práctica de ejercicio ha de realizarse con continuidad.
  • Si no puedes evitar permanecer de pie o sentada muchas horas, realiza este ejercicio tan a menudo como puedas: levanta los talones como si fueras a ponerte de puntillas. Se esta manera ejerces un masaje en los gemelos y en las pantorrillas.
  • Utiliza calzado cómodo en la vida cotidiana y reservar los tacones altos para ocasiones en las que las circunstancias los requiera.
  • Después de la ducha, finaliza siempre con agua lo más fresca posible, desde los pies hacia los muslos.
  • Los automasajes son una gran forma de aligerar nuestras piernas:
    • pequeñas palmaditas suaves y rítmicas, con el canto de la mano desde el tobillo hasta el muslo, así estimularás tus músculos sin dañarlos
    • realiza las fricciones en zonas accesibles del cuerpo, incluyendo los brazos y las piernas. Si tienes poco tiempo, es mejor centrarse únicamente en las piernas, con el fin de despertar el torrente sanguíneo al mismo tiempo que los músculos.
    • otro masaje: imprime ligeras presiones con las palmas de las manos desde la planta del pie hacia arriba. Mejorarás los resultados si unimos todo al uso de una crema defetigante a base de extractos vegetales específicos y flavonoides, sustancias astringentes.
  • Si los problemas persisten, realiza una o dos sesiones semanales del presoterapia
Tomado del blog Belleza Activa de Ängels Marin y Elisabet Parra, periodistas de Belleza.

sábado, 25 de junio de 2016

Enamorarse de nuevo en la tercera edad


     
     

 Este tema es muy interesante ya que en esta época las personas de la
tercera edad se animan cada día mas a buscarse una pareja, ya sea por
haber quedado viudo o por haber tomado la decisión de separarse de la
anterior pareja.


      ¿Pero que implica esta decisión para las personas mayores de 60 años?


Uno de los principales motivos para tomar una decisión de esa
envergadura puede ser la soledad y mas cuando llegan a cierta edad en
donde aún tienen una buena calidad de vida y también en la parte sexual.
El ser humano por naturaleza tiende a vivir en compañía y el tema de la
soledad lo convierte en un problema ya que muchas familias por
ocupaciones tienden a olvidar a los adultos. Sin embargo la sociedad lo
pone como algo mal visto y lo juzga como un acto indebido para la vista
de los demás.
El envejecimiento es una etapa de la vida que también tiene cabida para
vivir emociones, sensaciones y necesidades, sin embargo la familia no
permite que el adulto tenga opciones para re-encontrar una pareja.

Como se ha hecho costumbre en este blog, he encontrado esta pagina que
tiene información muy interesante que nos ayudará a entender mejor este
fenómeno. Esta página tomó la información de una sociedad gerentológica
de la cual pongo los datos al final del blog.


    Amor después de los 65 años
    <https://www.blogger.com/null><https://www.blogger.com/null><https://www.blogger.com/null>



(Tomado del blog Vivir en Plenitud la Tercera Edad)

miércoles, 15 de junio de 2016

Hoy es el Día Mundial contra el Abuso en la Vejez


 



La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que para el 2025 la población mundial de adultos mayores de 60 años de edad o más se duplicará en referencia a las estadísticas que se manejaban en 1995 (unos 542 millones de ancianos en todo el mundo). Se estima que dentro de nueve años existan unos mil 200 millones. Pese a la tendencia irreversible de envejecer por el que todo ser humano transita, esta organización indica que entre el cuatro y seis por ciento de las personas mayores han sufrido alguna clase de abuso o maltrato, un porcentaje que se elevará en la medida que se incremente el número de ancianos en el mundo. De allí que la Asamblea General de ONU designara el 15 de junio como el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Así pues, en este día cada ciudadano tiene la posibilidad de expresar su oposición a cualquier forma de sufrimiento infligido a las generaciones mayores, de la que todos pasarán a formar parte algún día. Tal como lo subraya Ki-moon, muchos, cuando piensan en el “maltrato en la vejez”, inmediatamente visualizan la figura de un cuidador despiadado que no es bien conocido por la víctima. Si bien esta situación persiste, es mucho más habitual que los miembros de la familia sean quienes cometen las violaciones físicas, psíquicas y emocionales hacia el anciano. También cuenta el abuso de confianza en cuestiones económicas.
Lo crítico es que por mucho tiempo se ha considerado que este grave problema social solo pertenece a la esfera de lo privado, convirtiéndolo en un tema tabú, subestimado y desatendido por las sociedades.
Pero si bien por negligencia intencional o no, o por un acto único o una acción repetida que causa sufrimiento a la persona de edad avanzada, o simplemente por la indiferencia ante el abuso cometido por otro; para la ONU este problema mundial merece toda la atención de la comunidad internacional, porque afecta tanto la salud como los derechos humanos de millones de personas mayores en todo el mundo.
“Aunque la magnitud del maltrato de los ancianos se desconoce, su importancia social y moral salta a la vista. En tal virtud, exige una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad”, reseña la organización en su portal en referencia a un mal que aqueja tanto a países en desarrollo como a países desarrollados.
El organismo de una vez ha advertido que hasta tanto los sectores de atención primaria de salud y servicios sociales de cada país no estén bien dotados para detectar y resolver el problema, entonces esta tragedia social seguirá perpetúandose y practicándose en la semioscuridad, moviéndose entre la esfera de lo privado y lo público, entre las negligencias de las instituciones para ancianos y las prácticas pasivas y violentas de los familiares que no saben como tratar a sus personas mayores.



 Este mal aqueja tanto a los países subdesarrollados como a los desarrollados. Foto: EFE.







Entre el 4 y 6 por ciento de adultos mayores son víctimas de maltrato. Las mujeres ancianas son las que peor maltrato reciben. Foto: EFE.
 Se tiende a creer que los cuidadores ajenos son los principales maltratadores de los ancianos. Foto: EFE

(Tomado de TeleSur)

jueves, 19 de mayo de 2016

Así es como lucen las Princesas de DISNEY en su VEJEZ

¿Alguna vez has imaginado qué paso con tus princesas favoritas de Disney? ¿Cuál fue su historia detrás del: “Y vivieron felices para siempre”? Pues la artista visual e ilustradora Loryn Brantz decidió imaginarse a las princesas como lucirían muchos años después y además creó una historia de lo que había sucedido durante la vida de estos personajes.

1. Jasmín

Princesa Jasmín Princesa Jasmín anciana
Dato curioso: Jasmín y Aladdín tuvieron cuatro hijos, dos niños y dos niñas. Sus hijos ahora son encargados de varias organizaciones benéficas.

2. Mulán

Mulan Mulan de anciana
Dato curioso: Mulán ahora es embajadora de China.

3. Ariel

La sirenita

Ariel, la sirenita de anciana  

4. Aurora

Aurora, la bella durmiente Aurora anciana
Dato curioso: Después de su retiroAurora se fue a vivir de nuevo a la cabaña de sus hadas madrinas, junto con el príncipe Felipe. Tienen 10 nietos, que se refieren a ella como “Nana Roro”.

5. Bella

Bella, La bella y la bestia Bella de anciana
Dato curioso: Bella decidió abrir la biblioteca de Bestia al público. Ella la dirige.

6. Cenicienta

La cenicienta Cenicienta de anciana
Dato curioso: Cenicienta y el príncipe Encantador ahora viven en una granja en Vermont. Cenicienta aún prefiere la compañía de los ratones a la de los seres humanos.

7. Tiana

Tiana, la princesa y el sapo Tiana de anciana
Dato curioso: Tiana abrió su propio restaurante, y es muy popular. Ella aún cocina sus famosos buñuelos para sus clientes los fines de semana.

8. Meg

Meg, de Hércules Cementerio
Dato curioso: Lamentablemente Meg murió poco después de filmar Hércules. Una ligera brisa la hizo volar fuera del Monte Olimpo. D.E.P.



(Tomado de http://www.okchicas.com)

Recetas de las Abuelas Cocineras

 PAN DE CARNE para personas mayores



Ingredientes (para 4 porciones)
400 g de carne picada magra
2 cebollas de verdeo picadas
2 huevos (Un batido y el otro duro)
Perejil, orégano, nuez moscada, sal y pimienta
40 g de pan rallado
200 g de tomates pelados y sin semillas
2 cucharadas de queso Cheddar bajas calorías en hebras.
Procedimiento
Mezclar la carne picada con el perejil, orégano, el queso en hebras, 1 huevo batido, sal, pimienta, nuez moscada y la cebollas picadas con parte de sus tallos, incorporar el pan rallado y los tomates triturados.
Dar la forma característica, colocando en el medio el huevo duro restante cortado en cuartos. Cocinar en una asadera con un poco de caldo en horno moderado.
Y buen provecho.

(Tomado del Blog Vejez y Vida)

Cuentos: LA ABUELA

Por: Plinio Parra. Escritor colombiano
Para el viejo Luis
Y pasando Baltasar por Algarrobo, a orillas del río Ariguaní, vio a un hombre meditando bajo un guayacán.
_¿Quién va? _le preguntó el hombre.
_Baltasar, el peregrino, hombre de paz. Y vos, ¿quién eres y qué haces?
_Juan de Ribalta es mi nombre y cuentero soy. Visito el lugar donde fue sembrado el cuerpo de mi abuela, mujer admirable.
Hazme compañía un momento y te contaré su historia.
Y sentándose Baltasar sobre una piedra, le dijo:
_Os escucho, cuentero.
Y dijo Juan de Ribalta:
_Has de saber que quien ahí yace fue la reina de mi clan. ¡Y ocurre algo fantástico, peregrino! Cada vez que mi lengua invoca la palabra familia, la vieja resucita en mis entrañas.
Siempre la sorprendo en la cocina, con su eterno cetro de reina universal entre las manos. Un cucharón de palo. Con ese instrumento de poder la vi ejercer su gobierno sobre el mundo. Triturar fríjoles cabecita negra para espesar la sopa. Señalar linderos entre el bien y el mal. Otorgar responsabilidades. Conferir honores. Espantar los patos de la hornilla. Acomodar las brasas en el anafe. Voltear los pescados fritos. Sacar las presas del caldero. Llamarnos, despedirnos y ampararnos.
En fin, con ese cucharón entre las manos la vi salvando nuestro destino, endulzándonos los sinsabores y enseñándonos a vivir. Su trono estaba en la cocina. Según ella, es ahí donde palpita el corazón de todo imperio familiar.
Decía que bastaba que un hombre y una mujer asaran sus carnes en la misma parrilla para que hubiera matrimonio. Y creo que tenía razón, peregrino, porque entre más me refundo en los remotos orígenes de la planta familiar, más me tropiezo con sus condimentos filosóficos.
Cuando escarbé las raíces del vocablo Hogar me quemé las manos en su hornilla, porque Fogata fue la voz matriz que engendró y dio a luz los términos hogar, hoguera y hogareño.
Fíjate que aún mi abuelo, cada vez que hace referencia a los viejos tiempos de nuestra vereda, expresa que era un pueblo de treinta y tres fogones. Lo que trasladado significa treinta y tres hogares.
Como la abuela jamás supo ser nada diferente a ama de casa, siempre utilizó los vaivenes cotidianos para espolvorearnos sus pizcas de ciencia y cocernos a fuego lento con sus criterios. Segura, como nadie, de que es el calor de la gallina lo que convierte a los huevos en pollos.
Entre mi patrimonio espiritual, sin duda, se hallan sus exquisitas apologías sobre la mesa, elemento del ajuar doméstico que consideraba más importante que el mismo lecho.
_La mesa es un altar _preconizaba_. Donde se come, se ama.
Recuerdo que una vez mamá cometió la candidez de controvertir esta opinión y la abuela despedazó su argumento con un cálculo de matemática elemental. «Saca cuentas, hija mía _le dijo_. El comedor es el sitio donde el amor nunca fracasa. En él se echan tres polvos diarios de quince minutos de extensión cada uno, todos los días, hasta la muerte. Y lo mejor es que, entre más viejo se es, más duran las cópulas. Pero con la cama sucede lo contrario. En ella se duerme cada vez más hasta que un día el sueño amanece llamándose muerte».
Quizá por eso acostumbraba decirnos que no hiciéramos el amor sin antes haber comido, porque era de mal agüero usar la cama primero que la mesa. Y nos explicaba: «Cuando un hombre y una mujer se devoran a sí mismos como si ellos fueran la cena, después del coito, sólo hay espacio para el adiós».
Sostenía que un hogar era un sentimiento que se debía embotellar. Que un hogar sin troja donde suceder, se pudría, como todo lo que se dejaba a la intemperie. Que cuatro horcones y ocho palmas equivalían a la cuota inicial de la ilusión. Y que le fascinaba ver casas vivas: esas que le retoñan cuartos a medida que la familia crece.
«Empiezan como chozas y concluyen como palacios», indicaba.
Odiaba con el alma las flores artificiales y los gatos de porcelana, porque eran inventos que atentaban contra la ternura. Jamás toleró las camas de hierro. Y no gustaba de las viviendas sin patios. «Las bóvedas se hicieron para los difuntos», declaraba.
Como estimaba que una casa debía ser el universo al alcance de la mano y el deseo, en la suya nunca faltó un reloj, un diccionario, un frasco de Curarina, cuatro bolas de naftalina, una mata de ruda, un billete de lotería, un crucifijo, cuatro onzas de sal, una caja de fósforos, una lámpara, una aguja, un limonero, una tinaja y un mortero.
Mientras que el zarzo personal del abuelo estaba surtido con semillas de guayacán, guayaba, aguacate y zapote, un anzuelo, una piedra de amolar, una navaja y un almanaque Bristol.
Nos explicaba la vieja que la noche que se metió en la hamaca de mi abuelo, no le pidió amor porque sabía que la amaba, ni riquezas porque quería tenerlo consigo todas las noches completas ni promesas de fidelidad eterna porque la fidelidad era algo que había que merecer. Únicamente le pidió compañía, por sobre todas las cosas. Y mi abuelo, nos consta, le dio compañía. Se volvió cangrejo de un solo hueco y comensal de un mismo mesón.
Años más tarde, peregrino, sondé la palabra Compañía y quedé perplejo cuando descubrí que las entrañas latinas de este concepto son cum y panis, cuyo significado es pan que se comparte.
Un peldaño más abajo, sorprendí otro término mágico: Comunión, que literalmente es comer en unión.
Como has de suponer, estos hallazgos me condujeron de inmediato a la mesa de roble de mi abuela. Una mesa que jamás, ni siquiera en el trance de las mudanzas, consintió que fuera puesta con las patas hacia arriba, porque convocaba la mala suerte.
Cuando la familia recibió las visitas sin anuncio de las desgracias, la abuela también estuvo ahí, invencible, con su cucharón de palo, esa vara mágica que en momentos de naufragio le servía de remo. Para corroborarlo, un ejemplo.
Una tarde del año 47, el abuelo apareció en la puerta con la mano izquierda colgándole de una tira de piel a causa de un machetazo impreciso que se asestó cuando cortaba un mazo de hierba para su yunta de bueyes. Y, naturalmente, para un hombre de su temple, que juzgaba al machete y al garabato como símbolos de la libertad, aquel cercenamiento constituía un desastre.
Las posibilidades de restauración eran mínimas. Un practicante de medicina le encabezó las venas, le acomodó los huesos del carpo, le cosió la mano y, con más pericia que ciencia, le recomendó inmovilidad total.
En consecuencia, el abuelo, abatido, atribulado por el manco futuro que había de esperarle, hizo lo mismo que los pájaros de canto cuando tienen un ala partida: decidió matarse de hambre. No contaba con la abuela. La vieja, solidaria con su dolor pero feroz con su candidez, fue a la cocina y atacó su desaliento en el lugar preciso: el estómago.
Le removió las vísceras con el aroma de sus menestras a fuego lento. Le cuarteó el alma con el estrépito de los cocos que rompía con destino al arroz. Le exacerbó la codicia con las emanaciones del dulce de ciruelas en punto de almíbar. Y le irritó el hígado con los espíritus revueltos del café hirviendo, las caribañolas acabadas de fritar y las mazorcas biches sobre el asador.
Fue un milagro rápido. A las cuatro horas de tortura al viejo le explotaron las ganas de morir y mandó al carajo la tristeza con su fecha de expiración.
Así era la abuela, peregrino. Así defendía a los seres que amaba. A ella ningún remolino veranero pudo arrancarle la ropa que tendía en los alambres.
Recuerdo que el principal mandamiento de la familia estaba escrito detrás de un portón. Un mensaje que había sido grabado con tizones para que fuera perpetuo: «Que a esta casa jamás entre la guerra». Y aunque te parezca increíble, esa ley nunca fue quebrantada.
Cuando la vieja estimaba que sus cantaletas eran irrefrenables se lanzaba al patio y empezaba a ventear, primero en susurro y después a todo pulmón, sus largos y temidos memoriales de agravios, que no dejaban olla sin destapar.
Esa era su forma de arrancarse las espinas del corazón.  El abuelo era al revés. Cuando le sofocaban la paciencia, optaba por silencios irrompibles, tomaba su hamaca a rayas, la colgaba bajo los nísperos y empezaba a digerir su cólera.
Pero siempre supimos que cuando regresaban a la sala, estaban en paz, como si nada.
El imperio de estos dulces viejos comenzaba allí donde concluía la ciencia de papá y mamá.
Si papá me enseñó a bajar luceros para que ningún puyazo del azar pudiera vaciarme el corazón, mi abuelo me enseñó a distinguir los luceros frescos de los empollados para que no perdiera el tiempo dando esperanzas hueras.
Y si mamá me enseñó que cuando los dolores se dividen entre dos los gritos se vuelven arrullos, la abuela me enseñó que donde duermen dos duermen siete porque cerrada la puerta todo es cama.
Todavía recuerdo las máximas de tenor amoroso con que mis abuelos acostumbraban lijar a tío Bautista, el bordón de sus hijos.
«Aprende a amar _le exhortaba la abuela_. Dios castiga a los hombres que no saben adobar a una mujer. Ustedes son felices cuando una mujer les da de comer el alma porque el amor les entra por la boca. Nosotras somos dichosas cuando un hombre, mientras come, nos dice linduras porque el amor nos entra por los oídos».
Y subrayaba: «Aprende a amar si quieres ser feliz. Las mujeres de estos tiempos ya no están dispuestas a morirse sin saber lo que es un orgasmo, ni a disimular su apetito sexual sembrando matas exóticas, ni mucho menos a matarse el tigre de las ganas con el trinche de la mano. Ve que te lo digo. Si eres capaz de regalarle sus cinco minutos de cielo, como debe ser, una mujer te entregará la tierra toda su vida. Por una sencilla razón. Las mujeres siempre hemos tenido mejor abono para los sentimientos que los hombres. El amor nos hincha. Nuestros afectos y desafectos son más auténticos. Como enemigas somos hienas. Como amantes, unas palomas. Y como madres, unas perras».
Como ves, peregrino, estamos ante el retrato de una mujer que fue terriblemente sincera, casi cruel, como un espejo, pero tierna.
Mi prima Aidé y su marido sostienen que la abuela es la culpable de su felicidad conyugal, por el consejo que les dio el día de su boda: «Recuerden que el corazón se llena de arena cuando se echan polvos huérfanos de amor».
Siempre estuvo enamorada de su viejo.
Le encantaba decir que la mejor decisión de su vida había sido enredar su rosa en el alambre de púas de mi abuelo.
Fueron marido y mujer durante sesenta y un años. Desde el año 38 hasta su muerte, en el 99, pues la muerte era la única cosa de este mundo que podía estrangular su historia de amor.
Mi abuela amaba tanto vivir que la muerte tuvo que apagarla por partes. Un primer ataque de trombosis le mató todo lo que tenía en el lado de estribor. Incluso la voz. Por eso el abuelo aceleró la despedida soplándole al oído un chiste grande que la hizo palmotearse un muslo, a manera de celebración.
Luego el viejo le encimó un trozo de candor que nos sacudió a todos:
_Discúlpame los ratos de hambre _le dijo.
La abuela intentó sonreír, estiró la mano que le quedaba viva y mamá le dio una pizarra de cartón con una tiza.
_«¡Imposible! _escribió con la garra izquierda_. Esos momentos de amor es todo lo que me queda. Y pienso llevarlos conmigo».
Auténtica hasta el final. Porque ella casi consideró nuestra pobreza como una virtud. Un aforismo guisado en sus fogones pinta esta convicción: «Quien no ha tomado sopa de huesos, no conoce el exquisito sabor del tuétano».
A medianoche tuvo un segundo ataque de trombosis que le mató el resto del cuerpo, le quemó las retinas y creo que la dejó sorda. Sus últimos quince días los pasó así, en coma profundo. Sueño de muerte que quisimos espantarle, levantándola a balazos de oxígeno, guiados por la torpe certidumbre de que mientras respirara, era nuestra. Esfuerzo inútil.
La vieja se acabó cuando aspiraba el oxígeno de la bala número catorce.
Eran las cinco de la mañana del 12 de noviembre del 99. Había que admitirlo. La legendaria Olga Fernández era mortal.
Ese día empezó a ser tarde para muchas cosas.
Al abuelo le quedó el aroma de sus caldos entre los dedos. Daba lástima. Pues no era de alambre ni tenía púas. Por la mañana salía al patio y se ponía a mirar el suelo, como abrigando la secreta esperanza de que la vieja regresaría transfigurada en matica de llantén o mariposa. Permanecía siglos viendo cómo las brisas deshilachaban una nube o siguiendo paso a paso el lento cortejo de las lagartijas sobre las matas de Buenas tardes. A las dos o tres horas de contemplación, cuando juzgaba que la cópula era inaplazable, dirigía los ojos hacia otras criaturas y se ponía a llorar.
Todo le recordaba a la vieja. Todo.
Sin embargo, quiénes temimos que el abuelo no soportaría la primera semana de ausencia, nos equivocamos. A los quince días, ya la llaga viva del adiós tenía costra. Y al mes, hubo necesidad de motilarlo, porque el pelo le crecía en abundancia.
Aún llora, pero me consta que ya se le cuelan sonrisas.
Y no puede ser de otro modo, peregrino. A él la vieja le enseñó, primero que a nosotros, que siempre hay callejones felices. Siempre. Basta secar los ojos para verlos.
Hasta aquí llega esa película vieja que protagoniza mi abuela. A primera vista es un rollo triste porque finaliza en soledad. Más no te equivoques, viajero.
Esa aparente soledad es la espuma que cubre los bordes de la copa. Debajo está el elixir. Porque en eso se convierten todas las abuelas del mundo. En extracto de vida en algún lugar del alma o del corazón.
Es cierto que las abuelas mueren, pero para volverse hadas madrinas. Y ya sabemos que a las hadas madrinas no las mata la muerte sino el olvido.
¿Cómo puede morir una mujer que parió siete hijos, vio nacer cincuenta y dos nietos y arrulló a ciento cuarenta y cinco bisnietos?
En lo que a mí concierne, siempre la recordaré como la mujer que me enseñó que la palabra familia tiene aromas.
Que huele a guiso de carne, a calostro de madre primeriza, a aliento de canela en rama, a tierra mojada, a maduro mango de azúcar y a sábana sudada.
Y puedes comprobarlo, peregrino.
Ninguna enciclopedia del mundo te dice que la palabra familia huele.
_Tienes razón, cuentero _subrayó Baltasar, conmovido_. Ninguna enciclopedia lo dice.
Bella mujer tuviste por abuela. Bella mujer.
(Tomado del Libro «Baltasar, el hombre que vendía luceros»
(Colombia, 2000), del escritor colombiano Plinio Parra)


(Tomado del blog Vejez y Vida)