Un momento inolvidable que presencié un primero de septiembre, treinta y ocho años atrás.
Por:
MARTA G. SOJO

Para tomar tierra en el Aeropuerto Nacional de Washington D.C., las
aeronaves deben sobrevolar por el río Potomac hasta que encuentran la
cabeza de la pista del aeródromo, y ahí realizar su operación final de
posar su tren de aterrizaje. Esto es rutinario, sin embargo en 1977,
hubo un detalle que hizo única aquella maniobra cotidiana y es que de
aquel aeroplano, desembarcaron unos pasajeros no habituales: el grupo de
cubanos llegados a inaugurar la Sección de Intereses de Cuba en
Washington. En ese preciso momento, es cuando comenzó esta historia.
Era un reducido personal, pero nos sentíamos imbuidos de emprender una
nueva etapa, tanto personal, como en las relaciones con un país con el
cual desde muchos años atrás existían serias disparidades.
El proceso para encontrar vías en las relaciones de ambas naciones dio
inició mucho antes. Su antecedente podemos remontarlo antes del 77,
cuando el gobierno de Gerald Ford, emprendió por primera vez las
conversaciones entre funcionarios de los gobiernos de Cuba y de los
Estados Unidos para explorar posibilida-des de restablecer relaciones
entre ambos países.
Ford no logró elegirse para continuar su primera magistratura. En su
lugar resultó electo James Carter, quien propuso a la parte cubana
reanudar el diálogo, lo cual condujo al acuerdo de dotar respectivas
seccio-nes de interés, la de la Isla bajo la égida de las Emba-jada de
Checoslovaquia y la estadounidense de Suiza, en las respectivas ciudades
capitales de Washington y La Habana, con diplomáticos de los países
correspondientes. Fue una variante propuesta por la contraparte
norteamericana como paso intermedio que permitiera el contacto
diplomático entre ambos gobiernos, sin llegar al paso superior de
restablecer las relaciones diplomáticas.
Así se creó ese híbrido al cual denominaron Secciones de Intereses,
dotadas de encargados de cada uno de los países, las cuales realizarían
todas las actividades correspondientes a una embajada, pero no tendrían
ese rango y seguirían bajo la cobertura, de las dos naciones europeas
mencionadas con anterioridad. Luego de los cambios ocurridos en Europa
del este, los suizos se hicieron cargo de ambas Secciones.
A cada sede se le asignó inicialmente un reducido número de funcionarios
(en este caso diez), para no sobrepasar el máximo de once funcionarios
en las respectivas misiones diplomáticas, que Cuba a comienzos de 1961,
había exigido como número máximo para la Embajada de los Estados Unidos
en La Habana, lo cual en aquel momento acarreó la ruptura de relaciones
diplomáticas ante la negativa de Washington de aceptar la demanda
cubana.
La mansión de la calle 16

Cuba era propietaria de una amplia casa que funcionó como su embajada en
la época prerrevolucionaria en la calle 16 entre Euclid y Fuller. Su
dirección oficial es 2630 16th St NW, Washington D.C. fue construida en
1916 o 1917, en el entonces exclusivo barrio Adams Morgan, ubicado en el
cuadrante Noroeste de la capital federal. Y ese local del cual nuestro
país era dueño, sería en lo adelante la Sección de Intereses, aunque
requería hacerle algunas restauraciones. Hubo que emprender aquella
misión prácticamente desde cero.
Nuestra embajada, según conocedores, posee un estilo renacentista
italiano,particularmente inspirado en las líneas de la mansión del duque
de Parma. Estaba exquisitamente decorada con muebles de época.

En la primera planta existía un amplio hall de entrada con una ancha
escalera de mármol y nueve habitaciones muy grandes utilizadas por los
funcionarios de la Cancillería y al fondo una biblioteca. En el segundo
piso están los salones de recepción: una gran estancia de tres
habitaciones de tamaño medio, que se llamaba la Sala Azul o Sala de
Música, el Petit Salon Maria Antonieta, y la Sala Verde.
También poseía un espacioso comedor contiguo al salón de baile. El
tercer piso se destinó a la residencia oficial del embajador. En la
parte trasera un hermoso jardín, de aproximadamente 400 por 150 pies.”
Allí nos encontramos algunas reliquias de la época en que fue
construida. Muebles, lámparas de lágrimas, alfombras, tal vez persas,
bastantes deslucidas Un techo, con un hermosísimo vitral con los escudo
nacional y los de las seis provincias. El mobiliario de estilo se pudo
restaurar de manos de un especialista, quien por cierto nos dijo, que no
eran originales, pero sí reproducciones tan bien hechas que tenían gran
valor.

Según algunos comentarios de personas que escucharon versiones sobre el
tema, dijeron que los postrimeros retoques se los dio el ya mencionado
arquitecto Nicolás Arroyo, exministro de Obras Públicas en el gobierno
batistiano. Aunque su estancia fue fugaz, alcanzó a decorar la casa con
tantas antigüedades que la revista The Diplomat la calificó como “una de
las residencias diplomáticas más bellas de la capital”.
Aunque el edificio nunca estuvo al garete porque el local lo habitó
hasta que retornamos, un diplomático checoslovaco quien atendía desde el
mismo edificio las solicitudes de diversas cuestiones consulares u
otros menesteres de cubanos residentes en los Estados Unidos.
Pero el tiempo pasó y el deterioro hizo algunos estragos. Para ello,
la arquitecta Sonia Domínguez,
lamentablemente fallecida meses atrás, junto a un equipo de
constructores cubanos que viajaron previamente a Washington para
acometer la obra de remodelación, la cual llevó varios meses de trabajo.
Mientras que en la biblioteca aparecieron algunos documentos y fotos que
mostraban cuadros y algunas otras obras que no encontramos en ninguna
parte; dicen, y esto no está confirmado, que Nicolás Arroyo, el último
embajador en el gobierno del dictador Fulgencio Batista, había sustraído
creaciones pictóricas cuando abandonó el lugar. Todos estos documentos
fueron revisados por la Dra. María Lastayo, ya fallecida, quien fuera
enviada por la Biblioteca Nacional, para saber cuales textos y fotos
poseían valor histórico y remitirlos para su resguardo en este centro en
la capital habanera.
Según un texto encontrado en el lugar y el cual transcribo y traduzco en versión fiel, explica:
“Tan pronto como Cuba se convirtió en un Estado independiente, bajo los
términos del Tratado de París que puso fin a la intervención armada de
los EE.UU. en la lucha de los cubanos contra el dominio español, se
estableció la representación diplomática en Washington. En 1902, el
Gobierno de Cuba alquiló una mansión de piedra rojiza en 16 e I para
albergar una Legación. Posteriormente, resultó demasiado pequeña y hubo
que alquilar una casa más grande en la calle 18 cerca del Dupont
Circle.”
“Durante la Primera Guerra Mundial el Gobierno cubano compró un terreno
en la calle 16, entre Euclides y Fuller. Y erigió el edificio
presentado, al que puso su empeño el Dr. Carlos Manuel de Céspedes”, el
cual co-linda con la Embajada de Polonia y la de Lituania, a cada lado.
Seguía el texto diciendo que : La embajada era de un puro estilo
renacentista, acorde con el modelo de la mansión del Duque de Parma.”
Después continuaba regodeando la descripción de los salones, donde la
entrada del hall posee una escalera de mármol.
He indagado sobre la construcción del edificio, ya que llamó mi atención
que este escrito que hallé, se decía que el hijo del Padre de la Patria
fue quien lo di-señó. No he podido localizar mucho en archivos.
En-tonces, contacté con
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes,
quien muriera algún tiempo después, y este, aunque sin poseer muchos
elementos sentía ciertas dudas que Carlos Manuel de Céspedes y Quesada
tuviera la autoría del diseño del inmueble porque según me expresó, no
tenía conocimiento que fuese ingeniero; sabía que era abogado con título
nor-teamericano y francés. ¿No habrá una confusión con Carlos Miguel de
Céspedes, el que fue Ministro de Obras Públicas? me dijo. También
pregunté a
Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad y coincide con la apreciación del fallecido Monseñor
El entorno
Desde nuestra ubicación, situada en la cúspide de una pequeña loma,
podíamos divisar la vivienda oficial del presidente de Estados Unidos, a
pesar de separar-nos cierta distancia. La calle 16 finaliza en la
afamada Lafayette Square, así bautizada desde 1824 en home-naje al
francés Marqués Gilbert de Lafayette y separada de la Casa Blanca por la
Avenida Pennsylvania, un parque que da frente a la mansión
presidencial.
Washington D. C., oficialmente denominado (Distrito de Columbia), es la
capital de los Estados Unidos de América. Se trata de una entidad
diferente a los cincuenta estados que componen dicha nación, y depende
directamente del Gobierno federal de los Estados Unidos. El Distrito de
Columbia fue fundado el 16 de julio de 1790, y en 1791 se oficializó,
dentro del distrito, una nueva ciudad denominada Washington, al este de
la ya existente Georgetown
En 1871 se unificaron los gobiernos de estas dos ciudades y del resto de
poblaciones del distrito en una sola entidad, D. C. Se localiza a
orillas del río Potomac y está rodeado por los estados de Virginia al
oeste, y de Maryland al norte, este y sur. La ciudad de Washington nació
como una ciudad planificada, y fue desarrollada a finales del siglo
XVIII para servir como la capital nacional permanente, después de que
diversas localidades ostentaran dicha posición desde la independencia
del país.
Una etapa finaliza, otra da inicio
Así que el 1ro de septiembre de 1977, en horas de la mañana, en la
Embajada de Checoslovaquia, se efectuó la ceremonia para marcar la nueva
etapa de la Sección de Intereses de Cuba en los Estados Unidos y una
ce-remonia similar se realizó en el edificio de la Embajada de los
Estados Unidos en el Malecón habanero. Estuvo presente el subsecretario
del departamento de estado entonces, Phillip Habbid, y el embajador de
la república de Checoslovaquia, Jarolav Johanes.
Noticia
publicada el 2 de septiembre de 1977, sobre la apertura de la Sección
de Intereses de Cuba en Washington. En la foto se ven al recién
estrenado Jefe de la Sección Sánchez-Parodi, conversando con el Sen.
George McGovern.
El instante presente, este 20 de julio de 2015, cuando finalmente,
Cuba y Estados Unidos vuelven a ostentar las condiciones de embajadas,
interrumpidas durante 54 años, se abre otra etapa. Como declarara el
primer Jefe de la Sección de Intereses,
Ramón Sánchez-Parodi,
quien asistiera entre las figuras de la sociedad cubana al evento de
reapertura, en Washington, “Es impactante volver, sobre todo al recordar
a los compañeros con los que compartimos por 12 años de trabajo intenso
en una tarea que nos dio la Revolución aquí, siempre con Fidel como
guía bien cerca”.
Sánchez-Parodi junto a Wayne Smith,quien era el Jefe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Cubanos en el Departtamento de Estado cuando se estableció la Sección de Intereses con personal diplomático cubano en Washington 1977.
También Sánchez Parodi agregó en otro medio de prensa alternativo que
le solicitó algunas declaraciones: “Vivimos un momento nuevo, donde
todo hay que escribirlo, hay que hacerlo, hay que hacer un esfuerzo de
ambas partes, partiendo de que tanto la parte cubana como la
norteamericana quieren mejorar las relaciones…
¿Quiénes no quieren mejorar las relaciones? Los que tienen un concepto
egoísta, los que no tienen un sentido solidario ni de independencia. Los
que queremos una relación real, beneficiosa, útil para ambas partes
somos los encargados de crear esta nueva historia.
¿Por qué ahora? Porque ha habido muchos años de una política fracasada y
la resistencia del pueblo cubano ha obligado a grandes sectores de EEUU
a reconsiderar la posición y abrir una nueva etapa. Por supuesto, las
dos partes no ven las cosas iguales, y ese es un desafío, a pesar de
ello relacionarse sobre la base del respeto, la soberanía, la
independencia, la autodeterminación…estamos en esa nueva etapa.
Jefes de la Sección de Intereses de Cuba en Washington
* 1977-1989 – Ramón Sánchez-Parodi Montoto
* 1989-1992 – José Antonio Arbesú Fraga
* 1992-1998 – Alfonso Fraga
* 1998-2001 – Fernando Ramírez de Estenoz-Barciela
* 2001-2007 – Dagoberto Rodríguez Barrera
* 2007-2012 – Jorge Bolaños Suárez
* 2012-Presente – José Ramón Cabañas Rodríguez