Les traigo un artículo sobre la soledad en la ancianidad en el Japón. Piensen sobre ello:
La soledad de las canas
Emilio Comas Paret, 10 de enero de 2018
Acabo de leer un trabajo muy interesante publicado por el New York
Times, titulado "Una generación de japoneses se enfrenta a una muerte
solitaria", y que trata sobre la situación de los ancianos en Japón.
Algunas ideas que maneja reportaje hablan de lo siguiente: "En un
Japón donde se ha degradado el sentido de comunidad y de familia, los
ancianos viven cada vez más solos, y a veces fallecen sin que nadie lo
note hasta que llega el olor".
Este trabajo publicado a la firma de Norimitsu, el 22 de diciembre de
2017, pone en evidencia el llamado neoliberalismo que incentiva la
individualidad, se pierde la solidaridad, las personas se evalúan como
"vencedoras" o "perdedoras" cuando la propia vida nos enseña que no
siempre se gana, a veces también se pierde, y esto, por supuesto, que
no es un juego de palabras.
La acción se desarrolla en Tokiwadaira, Japón, y comienza hablando de
las "chicharras", que se me ocurre que son los insectos y describe el
texto cómo "se aparean, vuelan y cantan. Cantan hasta que sus cuerpos
terminan en la tierra, revolcándose en esos últimos minutos, con las
piernas hacia arriba". Y esto tiene que ver con la soledad que provoca
el silencio.
Acabo de cumplir 75 años, vivo solo en el piso veinte de un edificio
del barrio habanero de Nuevo Vedado, y ahora mismo oigo el sonar del
columpio de un parque infantil ubicado en los bajos del edificio, y
eso me constata que estoy vivo y escribiendo.
Y digo esto porque los personajes de esta historia esperan los sonidos
de las "esperanzas" para sentir algún ruido que los haga sentir vivos
y actuantes.
Generalmente los ancianos japoneses solitarios viven en 171 edificios
blancos, idénticos, sin recibir a familiares o visitantes. Muchos de
los habitantes pasan semanas o hasta meses en sus pequeños
departamentos sin que haya rastro aparente de su existencia en el
mundo exterior. Y, cada año, algunos de ellos mueren sin que se sepa,
hasta que los vecinos perciben el olor.
El gigante complejo público de viviendas, o dianche, es uno de los más
grandes en Japón, que terminó siendo muy conocido por otro aspecto:
las muertes solitarias de la sociedad que más rápido envejece en el
mundo.
"Cuatro mil muertes solitarias al año", decía la portada de una
popular revista semanal este verano, una muestra de la alerta
nacional. (Habría que decir que el calor es la causa principal de
muerte en el verano japonés).
Para muchos de los habitantes en el complejo de edificios, las muertes
son la conclusión atemorizante pero natural del rumbo que ha tomado
Japón desde los años 60. Un enfoque casi exclusivo en el crecimiento
del crecimiento económico, seguido de una situación social dolorosa,
que ha erosionado el sentido de comunidad y de familia; y junto a
ello, la circunstancia de que el país quedó inmerso en una espiral
demográfica de envejecimiento con menos nacimientos.
El aislamiento extremo de los japoneses de mayor edad es tan común que
incluso ha surgido toda una industria a su alrededor, que se
especializa en despejar y limpiar los departamentos en los que son
hallados los cuerpos de los ancianos en estado de descomposición. "La
manera en que morimos es un reflejo de cómo vivimos", dijo Takumi
Nakawaza, de 83 años, quien ha sido durante tres décadas el director
del consejo de residentes de estos edificios.
Y después de leer estas reflexiones tan trágicas, yo, que soy un
hombre de 75 años, que vivo solo en un piso veinte, que cuando la
escuela de frente a casa, no funciona, me lacera un silencio horrible;
quisiera marcar la diferencia de cómo es el asunto en Japón y cómo
puede ser en Cuba y otros países del Caribe.
Antes de entrar en detalles quisiera informarles a mis lectores que en
la antigüedad, en el Japón, la hija más pequeña de la familia tenía
prohibido casarse y tener familia porque debía cuidar a los padres
cuando fueran viejos, quizás "aquellas aguas trajeron estos lodos".
Lo cierto es que mi generación tiene, en sentido general y con sus
dolorosas excepciones, otro punto de vista sobre el fin de nuestras
vidas.
Primero tenemos amigos entrañables, algunos de ellos mueren, y los
sustituimos por otros. Alguna vez alguien me dijo que la amistad había
que cuidarla como a una plantita, y echarle agua y darle sol todos los
días. Otro asunto es que los viejos tenemos amigos muy jóvenes. Se
dice, y por desgracia no sin razón, que una parte de la juventud
cubana está muy banalizada, y que no ve claro sus horizontes, pero
otra no,.
Sucede como con Randy, que es un muchacho de unos 25 años, un
periodista que está escribiendo su primeros cuentos y me los da a
revidar, y yo lo hago con entusiasmo, porque tiene un estilo cercano
al de Lezama Lima muy interesante, y además, mucho espíritu crítico,
al punto de que le he dado mi nueva novela y ha hecho unas
observaciones muy, pero muy interesantes, que me obligan a revisarla
de nuevo de acuerdo a sus puntos de vista; o a Carlitos, que es alumno
de la Universidad Pedagógica "Enrique José Varona" y tiene un proyecto
literario que me pidió asesorar y lo acepté con gusto.
Tengo además a mis hijos, con los cuales conservo una magnífica
relación, y recibo su ayuda siempre que haga falta.
Y además trabajo, escribo para dos periódicos literarios,
Cubaliteraria es uno de ellos, edito y evalúo libros originales, soy
jurado de varios concursos; en fin, estoy vivo y actuante, y no
sentado en un sillón esperando a que llegue la muerte. Y siempre que
halo sobre este tema me recuerdo de un cuento famoso de Onelio Jorge
Cardoso llamado "Francisca y la muerte" que convoco a quien no lo
conozca que lo busque y lo lea.
Hoy por la mañana una vecina de 66 años me dijo que ella tenía la
mente de una mujer de veinte años, y que eso la hacía muy dinámica, y
proyectaba planes que cumplía, y se proponía objetivos por los cuales
trabajaba para cumpliros también. Y el problema está en la voluntad,
en la decisión de no ser una víctima, en no dejarse llevar por la
depresión, que es la mayor enfermedad para los ancianos, y trabajar y
luchar, y vencer y a veces ser derrotado, pero siempre uno estará en
la pelea.
Y no es que sea un escritor con los principales problemas resueltos.
Como a todos lo jubilados el salario no me alcanza para vivir, pero
ello me obliga a trabajar, la soledad a veces me seduce y abraza, pero
me busco algo interesante que hacer, y ella sale volando hacia otra
alma. Y además, tengo amigos, tan jubilados como yo, que organizan su
vida y se van los fines de semana a las peñas bailables de personas
adultas, y allí bailan, y hasta pueden encontrar el amor que también
existe en la vejez, o por lo menos un sexo reconfortante que siempre
será necesario a pesar de la edad.
En fin, tenemos dos conceptos muy discordantes los ancianos japoneses
y los ancianos cubanos. Nosotros no nos dejamos vencer por la soledad
y la nostalgia del pasado vivido, y tratamos de lograr un presente que
nos estimule a vivir plenamente a pesar de los achaques. Y el problema
es que como decía El Quijote a Sancho Panza: "la vida es vida hasta
que llegue la muerte" y por eso hay que vivirla lo más intensamente
posible, buscándole lo de interesante que tiene, y abordando, con
nuestra experiencia por loa años vividos, los encontronazos que
siempre nos depara.
Y cuando estemos "en baja" hay que pensar como el poeta, "que todo
pasa y nada queda", y lograr vivir intensamente hasta que llegue el
sueño definitivo, que para decirlo de una manera festiva, nadie sabe
que hay más allá, y quizás sea una nueva aventura de vida.
Estimado Emilio, aunque no te conozco personalmente. De manera casual hoy lei tu articulo La soledad de las canas. Tambien vivo solo pero no me siento solo. la preservacion de nuestras tradiciones: la celebracion del dia de las madres (Tambien nuestras hijas, nueras y amigas lo son), el dia de los padres (hijos, yernos y amigos lo son), los cumpleanos (de todos), del 14 de febrero (amor y amistad) y cuanto pretexto se nos ocurra para convocar a familiares (o ser convocado) y amigos han sido un antidoto para no sentirse solo aun cuando uno viva solo, en Cuba. hace poco lei en Facebook una publicacion de un senor llamado Carlos Llobell que no conozco titulada SI ESTAS CERCA DE LOS 60 ...en que hacia recomendaciones para una vejez porque la soledad tambien podemos propiciarla nosotros. Gracias por tu articulo.
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