Por Alberto Enrique
Sí, hoy se encuentra enferma, es la misma que albergaba durante meses a marinos y comerciantes en siglos pasados. Sus actuales instalaciones turísticas no pueden funcionar en estos días porque la Covid 19 anda amenazante por todos sus municipios y entre sus residentes. Por tal razón, desde el primero de septiembre de 2020 entraron en funcionamiento un grupo de medidas higiénico-sanitarias más drásticas para cortar en seco la propagación de tan cruel enfermedad.
La vida cotidiana se nos ha trastocado. Los lugares públicos y los tesoros que guardan sus edificaciones, muestras de su devenir histórico y sociocultural, mantienen una silenciosa respuesta. Ahora la soledad se apropia otra vez de calles y avenidas. ¿Pero alguien por aquí hubiera querido una vuelta atrás, al repunte o el rebrote? No, nadie lo necesitaba y lo rechaza un coro de voces de un extremo al otro del país.
No obstante, algunas personas no fueron capaces ni suficientes para pasar la vista a cuanto sucedía en aquellas naciones donde imaginaron que al disminuir las cifras de casos supusieron fuera el instante adecuado para la reapertura y se atrevieron, tratando el tema como asunto cerrado… y se fueron “a disfrutar de la normalidad” ¿Resultados? todo indicó que no era el justo momento y se cogieron la cola con la puerta.
Vuelvo a echar un vistazo a lo sucedido en varios lugares. Por ejemplo, en algunos estados de la Unión Americana no fue apreciada con tino esa acción porque los contagiados allí siguen multiplicándose, los fallecidos van a galope hacia los cementerios, y los hospitales no dan abasto. En busca de reabrir sus economías estas se han trabado, hay cierres y despidos. Todo esto ocurre en el país más desarrollado del planeta. Allí el presidente de los EU y su equipo gubernamental andan a la deriva, sin saber a ciencia cierta qué rumbo tomar al respecto y politiquean con una pronta vacuna.
A ese listado han ido a parar otros países sin control de ningún tipo, y exhiben resultados pasmosos. Por ejemplo, los gobernantes de Brasil desde un principio no tomaron en serio la enfermedad y su elevadísimo contagio, ni siquiera empleaban las medidas higiénico-sanitarias. Está claro, la pandemia ha desnudado al capitalismo y al decir de algunos expertos, sus dirigentes han decidido mantener las economías a todo trance, aunque es sobreentendido cómo de manera inconsecuente aflora el desprecio hacia la salud de sus respectivas poblaciones. El pronóstico indica a las claras una hecatombe en lo inmediato.
Convencido estoy del éxito logrado en toda Cuba sobre la Covit 19, todo iba sobre pasos firmes, además cada quien rechazaba por completo una vuelta atrás. Nadie quería repuntes ni rebrotes. Pero la conducta social cedió, se aflojó como cuerdas de un violín, hubo gente que no tomó en serio el nivel de contagio del Coronavirus, ni de cómo deambulaban los llamados asintomáticos repartiendo el mal en cualquier lugar incluyendo a sus propios familiares, la fe religiosa viró espaldas en algunos casos manifestando ciertas invulnerabilidades, también se realizaron festividades, juntamentos y aglomeraciones de personas en puertas de comercios. Conclusión: la Covit 19 se ha dispersado por la capital cubana ahora y como respuesta se necesita recorrer la misma pista ya conocida.
Elementos reales han sido el daño a los propios confiados, la afectación a los niños que a esta hora podían haber comenzado en sus escuelas, y los quinientos y tantos que en las últimas jornadas necesitan ser hospitalizados. Esta nueva situación requiere de un esfuerzo mayor. De manera irrestricta cumplir los cuidados extremos y, sin descanso, repetir el empleo del nasobuco pues resulta imprescindible, la distancia entre personas, la higienización de las manos, y resulta más aconsejable mantenerse en la vivienda. La falta de transportación pública ya es un hecho pero a nadie quepa dudas, el deambular por la ciudad volverá a tener su momento. Vale más en estos días acatar con absoluto respeto las medidas restrictivas para salir adelante, no queda más remedio. La responsabilidad personal y social impone un máximo de cumplimiento.
Para llegar al punto final hace falta la participación consecuente de la población habanera, más de dos millones de personas, y podremos ganar en cualquiera de las direcciones propuestas en el más corto tiempo; una vez terminada esta contienda, liberada de la enfermedad covitosa, La Habana seguirá adelante con el esplendor de siempre, limpia entonces de polvo y paja, para servir de seno y disfrute a quien se le antoje vernos como somos invariablemente fuimos: cordiales y afables. ¡Allá vamos!
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