lunes, 7 de septiembre de 2020

DE LA OFERTA Y LA DEMANDA

 

Por Alberto Enrique

Desde temprano aprendí que no era lo mismo ver que observar. En esta última acción se trataba de considerar con detenimiento detalles no apreciables al aplicar solo un vistazo. Esto me lo enseñó mi abuelo paterno. Él también me mostraría muchísimos detalles de la vida circundante y la manera en que algunos animales buscan modos para alimentarse concedidos por la naturaleza, así como los nombres que las personas le daban a tales gestiones. Por ejemplo, el cerdo hociquea, la gallina escarba.

Luego pasamos a los seres humanos, aunque estos se vean precisados en ocasiones a emplear acciones parecidas: hociquemos o escarbamos en busca de lo necesario. Pero aquí, entre las personas confluyen a veces elementos muy complejos. Choca de inmediato aquello de la ley de la oferta y la demanda, arropada por lo aprendido en las aulas sobre el enredado mundo del comercio; también nos enseñaron cómo fluctuaba la moneda en los bolsillos: usted tiene más y vive mejor.

Bien es cierto que se acumulan numerosas experiencias, muchas transitan por caminos negativos, otras son  vergonzosas; así lo muestran las informaciones expuestas en programas informativos de la TV cubana: ladrones, atracadores que pretenden arruinar a la ciudadanía en momentos cuando escasean los productos necesarios. Pero existen otras aristas sobre esta problemática. Me refiero a verse uno mismo ante el espejo propio tratando de buscar algunos de los productos escasos.

Si usted toma café sabe que un sobrecito de celofán con la marca Hola le cuesta cuatro pesos… y si no le alcanza, entonces comienza a hociquear, escarbar en busca de alguien que le revenda, entre vecinos en primera instancia. Pero aquí comienza el pugilato entre oferta y demanda porque el ascenso del valor por unidad ha resultado vertiginoso, subió de diez a quince pero ¡hoy! anda por veinticinco.

Si tomamos la calle en busca de leche en polvo, sea descremada o entera –blanca o amarilla- casi de un par de pesos en el precio oficial cuando se compra en la tienda, al precio ilegal elevado a la astronómica cifra de cinco CUC o lo que es igual a 120 CUP ¡horror! Un sobre de diez panes suaves: otro CUC. La libra de arroz otro CUC o su equivalente en CUP… ¡Qué escandalo!

Y vuelvo a mi abuelo: “Observar es más que mirar” y me digo ¿acaso  todo eso es resultado de la oferta y la demanda? Entonces me respondo: maldita pandemia y su secuela económica; perverso bloqueo yanqui con su humillante atosigamiento e intencionada asfixia; indigno, egoísta, inmoral mercado negro interno que corroe con su secreto comercio callejero. Ahora para completar llegan los efectos lamentables dejados por la tormenta ciclónica Laura. 

A veces hablamos de discapacidades y me respondo: no, todavía, aún cuento con una jubilación de 385 pesos mensuales en CUP para batirme a cómo y mientras pueda. Gracias. 

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