miércoles, 23 de septiembre de 2020

VIVIR ENTRE DOS MUNDOS

 

Por: Alberto Enrique

 

 

 La hora del nasobuco | Cubadebate

 

 

 

 

En la escuela primaria aprendemos infinidad de cosas.   Desde los primeros cursos empezamos ese largo camino de la comprensión del entono, luego llega la secundaria cuajada de más saberes y ni qué pensar cuando avanzamos por la enseñanza preuniversitaria, conocida también por bachillerato.

En ese largo  andar conocemos que los humanos vivimos entre dos mundos: el macroscópico y el microscópico; quiere esto decir, lo de tamaño grande, eso que vemos con facilidad y, otro, un supermundo paralelo que sabemos bien de su existencia, nos rodea o está hasta dentro de nosotros mismos, pero las personas necesitan de medios auxiliares al ojo para conocerlos y poder saber en qué nos benefician o nos dañan.

Y llegaron los microscopios electrónicos que permiten ver detalles aumentados un montón de veces pero los científicos no solo se han contentado con esas oportunidades, ya existen laboratorios en los cuales se realizan estudios en el mundo de las pequeñeces, de pruebas biotecnológicas comprobatorias.

Así las cosas, pero el hombre como tal ha logrado meterse en ese mundo tan complejo hasta determinar la existencia de elementos muy dañinos y finalmente dar con esa fatídica enfermedad conocida por Covid que asola hoy a la humanidad. Más de 30 millones de personas la han contagiado y, pegado, pegadito al millón de seres humanos han fallecido por su causa. Cuba se sumó a la pandemia en marzo de este año y la enfermedad la han padecido ya más de 5 mil personas con un aporte de 115 fallecidos.

Las autoridades gubernamentales y sanitarias del país han realizado ingentes esfuerzos para controlar el mal y evitar una propagación o los indeseados y peligrosos rebrotes, con ese fin implementó medidas de control en la población. Los esfuerzos son cuantiosos y hasta se establecen fórmulas de recuperación social.

Los científicos cubanos han trabajado sostenidamente en la creación de una vacuna y no quepa dudas, ella ha de aportar la ayuda necesaria; además han apoyado con medicamentos nuevos para fortalecer el sistema inmune de las personas y los tratamientos convenientes a los enfermos.

También desde un inicio se puso en práctica un sistema complementario de prevención higiénico-sanitario con tremenda utilidad, el cual incluye: empleo de nasobucos, lavado de manos y separación física entre las personas. Todo está advertido pero si se incumplen tales indicaciones pudiera uno ser víctima de contagio, porque dada la complejidad de esta enfermedad hay quienes la padecen y no les ha brotado durante ese tiempo aunque tienen la capacidad de trasmitirla. Esto siempre me hace recordar aquel juego infantil de “Caballito de San Vicente, tiene la carga y no la siente” y usted debía adivinar cuál era.  

Sobre todo esto añadiría también la existencia de personas que tienen  formas irresponsables de actuar y se lanzan a la calle sin sentido ni sensibilidad humanitaria y se ven por ahí, en muchos lugares sin cumplir las medidas de prevención quizás mortificados por tener que cuidar su salud y la de los demás, jugando al “ratón y al gato” hasta que aparecen autoridades dispuestas a controlar tales desatinos.

¡Adiós al nasobuco!  ¡Qué importa abalanzarse sobre las personas y no cuidar el debido distanciamiento! ¿Acaso no se dan cuenta que corresponde en estos tiempos continuar la vida sin tropiezos, que la insensatez no es el único camino?  Viene mejor exprimir la conciencia, tampoco venga entonces con el cuentecito que se distrajo ¡por favor!  

Conviene más evaluar el modo de  seguir viviendo entre esos dos mundos que nos llegan a la par: lo grande y lo infinitesimal. Resulta muy notable tomar en cuenta la segmentación de la población por grupos de edades, según las estimaciones realizadas por los epidemiólogos.

Son cuatro los grupos considerados: hasta l9 años, de 20 a 39, de 40 a 59, y de 60 o más. Por ejemplo, los dos grupos del centro -dígase los enfermos de 20 a 59, donde aparecen las personas más activas de la sociedad-, los cuales durante los primeros 20 días de septiembre han representado el 75 por ciento del total de ingresados que sufren la enfermedad. ¿Qué les parece?

Esta epidemia es un desastre social con una repercusión económica básica para el país. Debemos tener una clara precisión de tal importancia y el papel que le corresponde a cada quien en la salvaguarda de nuestra nación.

   Vale tremendamente ayudar a abrir la mente de quienes se muestran con posiciones obtusas o actúan movidos por acciones relajadas o con exceso de confianza: hacia ellos pudiera ir encaminado este mensaje. Porque las apariencias de bienestar quizás hasta indiquen cifras de una mejoría global, pero no se engañe nadie, todos debemos estar bien claros que este combate es contra una enfermedad biológica, transmitida por un virus agazapado, traicionero, solo visible mediante un microscopio electrónico.

   No es prudente imaginar siquiera que la suerte esté favoreciéndole a uno y que no nos tocará la enfermedad, deje a un lado esa confiancita pues el coronavirus no cree en nadie, como tampoco existe modo alguno de sacudírselo de encima hasta que entren en juego las vacunas tan esperadas, efectivas. La batalla contra los riesgos existentes y el peligro de enfermarse deben formar parte de su propio arsenal de cuidados.

   Haga lo posible en no sumarse a las estadísticas fatales anunciadas cada jornada o el sufrimiento terrible de quien padece la enfermedad, es mejor proponerse cortar la cadena de trasmisión. Llénese de valor y cumpla la parte de la responsabilidad ciudadana que le toca: es por el bien de usted, de su familia y del país.

 

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