Por Alberto Enrique
En nuestro idioma existe todo tipo de palabras para calificar desde lo grandilocuente hasta lo ínfimo. La amplitud o riqueza de significados abunda, es enorme y uno puede escoger según sean los hechos ante los cuales se encuentre. Hoy tropiezo ante un hecho insólito, absurdo. Empujados por el barranco de la ignominia han sido empujados, no cabe otra idea, estos cubanos dedicados hasta ahora a satisfacer preferencias musicales de jóvenes consumidores.
Estamos ante un escenario singular aunque conocido porque ¿cuántos nacionales no se han visto ante “propuestas fabulosas” a lo largo del tiempo? Y supieron darles de lado. Ahora parece que estamos en presencia de un hecho donde la codicia o la búsqueda de un método para vivir con facilidad han encontrado efecto, también en este caso vale recordar cómo le dijeron a Timba al caer en la trampa o al ratoncito Pérez cuando cayó en la olla por la golosina de la cebolla. No, pero a estos seudo patriotas se les debe restregar bien fuerte y claro que ante la bajeza y el servilismo podrán solo recibir a cambio, el menosprecio y la deshonra de un pueblo entero. Ante la traición no hay otra salida.
He revisado la repercusión en las redes sociales de la irreverente pieza “Patria y vida” y encuentro que la promueven ávida y desaforadamente quienes viven a costa de ese negocio fraudulento, como para confundir, además. Estos intérpretes musicales han rodado a lo más bajo que se pueda aceptar porque su arte ha sido puesto al servicio contra el país donde les tocó nacer y ahora denigran, ofenden, envenenan, provocan, menosprecian, insultan. Cayeron en una trampa o jugarreta de quienes ponen millones de dólares para dañar la hidalguía de ser cubano y vivir en Cuba. No ven más allá de sus narices. Ahora, muchos de sus admiradores dejarán de serlo, es una frustración para los jóvenes a quienes les gustaba ser sus seguidores.
Cuando se deja a un lado la limpieza y la honestidad de principios se colman los límites; por tal razón, debe decirse que en “Patria y vida” predomina el arte mercantilizado, la falta de ética y el respeto para sí. Cuando se recurre a la insolencia, al irrespeto y la grosería, estamos en presencia de una marcada pobreza de ideas, de un arte menor al decir de un poeta nacional.
Estoy más que convencido, un paso como ése, ha metido a estos creadores en un pantano de estiércol, mejor dicho, en el basurero de la historia.
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