martes, 12 de mayo de 2020

CARTA A MARIVICITA

Por: MAGDA MARTINEZ



Nieta querida: te voy a contar una historia verdadera, y aunque no te
lo parezca, dice mucho. Me atreviera a decirte que resulta un ejemplo
de cómo desde bien temprano en la vida se puede ser agradecido,
reconocer el sacrificio y valor de los demás.
Te cuento. Aquellos padres estaban nerviosos y la abuela, para qué,
muy alterada pues el pequeño de la casa, que aún no llega al año de
edad, tenía una temperatura de 37 grados.
Ya se había hecho de noche y antes que avanzara más el tiempo deciden
llevarlo al pediatra de guardia, era la decisión correcta. El trayecto
fue de algunas cuadras. En el camino se preguntaban qué podía estarle
pasando, tampoco observaban nada de extraño, el bebé seguía con su
buen ánimo e inquietud propia de esa etapa.
Solo bastó esperar un poco a que les tocara su turno. Tan pronto
traspasaron la puerta del consultorio, el niño miró a sus padres con
nasobucos, su abuela también, y otro por igual el señor alto todo
vestido de blanco. Qué vueltas le habrán dado todas esas imágenes en
su cabecita, de inmediato empezó a aplaudir, el galeno algo admirado y
sonriente asintió.
Por fortuna, 37 grados no es fiebre, dijo el facultativo, asimismo los
pulmones están limpios, pero para más tranquilidad vamos a hacerle
unos análisis y así salimos de cualquier duda. Todo fue perfecto, el
chiquitín no tenía nada. Tal vez como decimos los más viejos:
trastornos propios de la dentición que le está brotando o algún
catarrito encubándose por ahí.
Pero la moraleja o enseñanza de todo esto, independiente del susto
familiar, es que Alessandro, que así se llama el nené en cuestión,
todas las noches a las nueve sale al portal de su casa con todos sus
mayores a repetir aplausos en tributo y reconocimiento al personal de
la salud, ese que nunca olvidaremos porque luchan por salvar la vida
de los enfermos aquí o en cualquier rincón de mundo.
Te quiere, tu abuela.

1 comentario:

  1. Como bien dice Magda en su crónica: desde bien temprano se puede ser agradecido y reconocer el valor y el sacrificio de los demás. Los buenos sentimientos, como los valores, se educan. Sencillo y hermoso relato, propio de quien lo escribe y de quien lo publica. Valiosas mujeres.

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