martes, 6 de julio de 2021

CUÍDATE DE RAYOS Y CENTELLAS

 

Por Alberto Enrique

Ahora mismo me atrevería repetirle a usted la misma pregunta que le hice a mis compañeritos del aula: ¿En alguna ocasión alguno de ustedes ha hablado con un pirata? No, verdad. Pues yo sí lo hice ¿qué les parece? Así comenzaba mi exposición y hubo exclamaciones, casi insultos, porque el tema era abordar las descargas eléctricas de la atmósfera, pero me sobrepuse.

¿Alguien conversó con “Juan, pata de palo”?  No, lo doy por sentado. ¿Saben qué le ocurrió? Lo fulminó un rayo que cayó en la torre de la iglesia. La descarga fue tan grande que de nada sirvió el pararrayos, la electricidad tenía tal potencia que como una bola de candela rodó hasta donde estaba Juan en su kiosco y lo carbonizó. Mi abuelo trajo la noticia y para mí aquello resultó de gran impacto emocional. Nunca más he olvidado el peligro que representa la potencia de una descarga eléctrica.

Me percaté que mi historia de presentación había llamado la atención de todos. Después el resto era pan comido: la carga positiva o negativa que tienen las nubes, cómo siempre hay una especie de fluido eléctrico que va siendo descargado a la tierra aunque en menor escala, y con tremenda potencia cuando hay turbonadas, también cómo los árboles altos y las elevadas edificaciones pueden hacer funciones de pararrayos por ello nunca quedarse debajo de estos ni sobre las azoteas.

Los compañeritos me preguntaban después cómo era Juan y si era cierto que usaba una pata de palo; yo les respondía que me gustaba verlo, créanme. Lo de pirata era una fantasía creada por mi imaginación infantil a la altura de aquel pueblo de leyendas y de asaltos que vinieron de los mares; a las explosiones estaba acostumbrado por los festejos populares conocidos como parrandas, con explosiones violentas solo para corazones bien puestos en medio del pecho.

De todo aquello me acordaba hoy durante una turbonada enorme, aparatosa, sonada de verdad, con vientos fuertes y granizadas. También de Juan con su pata de palo amarrada al muslo derecho. De cualquier modo recomiendo que te cuides cuando las nubes hagan lo suyo. El profesor Vega nos explicaba cómo la velocidad de la luz era mayor que la del sonido, por tanto si uno veía el fogonazo, ese rayo no estaba para uno, y la explosión del trueno asustaba mucho pero solo eso pues era dos veces más lenta que  aquella y cómo al ser oída, todo había sucedido ya. Desde luego, indicaba que era preciso tener en cuenta la inmediata, la siguiente descarga. Entonces sugería tomar precauciones, cuidarse a tiempo, no quedarse a la intemperie. Tenía razón ¿verdad?

Me parece muy útil conocer la naturaleza, resulta imprescindible; pero también saber cuidarse ante su furia, sobre todo de los rayos y las centellas. Por favor, no olvide a Juan, mi pirata. Es un caso verídico.

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